Los pobres para Petro son solo votos
Era evidente que tanto discurso populista no iba a generar acciones coherentes que respondieran a las necesidades creadas en su larga campaña electoral, que fue acompañada por las peores prácticas para desacreditar, deshonrar y desprestigiar a los demás candidatos. A los colombianos les hicieron creer que vivíamos en una dictadura y que el país estaba perdido; en paralelo, el presidente saliente Iván Duque reporta las mejores cifras de crecimiento económico en la región, marca un hito en materia de transición energética, diseña y ejecuta un plan de vacunación de manera impecable y, entrega un país con buenas expectativas económicas pese a la crisis generada por la pandemia, la guerra en Ucrania y el desabastecimiento mundial por la crisis de los contenedores, junto con las fricciones entre China y Estados Unidos.
El país que le pintaron a los electores fue un país que en efecto no existe, pues por más que quieran desvirtuar el sistema de salud, teniendo mucho por mejorar, es un sistema que garantiza cobertura total y que muchos países anhelarían tener. Aquí muchos creyeron que a través de ser un Estado asistencialista, que otorga un sinnúmero de subsidios, se puede generar desarrollo y crecimiento, y en general, una narrativa de odio que maquilló la historia haciendo ver a los guerrilleros como defensores del pueblo y a la fuerza pública como una amenaza.
El adoctrinamiento a los jóvenes con ideas comunistas, el hacer creer que todo merecen sin esfuerzo alguno, el debilitamiento de la fuerza pública que atenta directamente contra nuestra seguridad y nuestra libertad, la intención de desarmar a los civiles honrados que son quienes portan armas legalmente, el nombramiento de ministros con afinidades ideológicas comunistas y cercanía a regímenes tiranos como el de Venezuela e Irán con antecedentes de corrupción, la protección a los criminales, la provocación permanente para generar odios y luchas de clases, se complementa con la recién presentada reforma tributaria.
No es de extrañar que como candidato prometiera el oro y el moro y paulatinamente vaya desmontando todo su discurso, pues es evidente que no es posible cumplir con todo lo que prometió. Esta reforma tributaria no estimula el empleo y menos la inversión, así como tampoco protege el ingreso de los más pobres ni grava exclusivamente a los 4.000 más ricos; mientras prometía no gravar la canasta familiar, grava los artículos que más consumen la clase media y baja. Con el gravamen a las bebidas azucaradas, embutidos y hasta obleas, afecta el ingreso de los que se encuentran en la base en términos de ingresos pues son ellos quienes terminarán pagando más.
¿Cuántos viven de la venta callejera de perros calientes y hamburguesas, así como de obleas? Como si lo anterior fuera poco, el combustible también tendrá un impuesto, haciendo que se incrementen los fletes, el transporte público en general y toda la cadena logística, lo cual se traducirá en inflación y esto necesariamente significa que incrementará el costo de vida para todos los colombianos. Si usted vende un inmueble, antes tenía 7.500 UVT exentos del impuesto a la renta, ahora tendrá 3.000 UVT, lo cual quiere decir que pagará más impuesto por esa venta. También crea un impuesto del 10% para petróleo, haciéndonos menos competitivos y generando que los compradores busquen otros oferentes y, para rematar, incorpora un mico al otorgarle a Petro por 6 meses, facultades extraordinarias para modificar la carrera administrativa de funcionarios de la DIAN. No olvidemos que también habrá impuesto para la ganancia ocasional.
Si esta agresiva reforma tributaria hubiera sido presentada por Duque, quien sabe cuántos muertos ya habrían en medio de la incendiada que le habrían metido al país. Por ahora seguirán felices celebrando el baile de la primera dama y continuarán con la ofensa de reconocer en los guerrilleros algún valor patriótico como lo hicieron con Carlos Pizarro, y poco a poco irán empobreciéndose, alabando a su rey que los quiere cada vez más pobres e indefensos.
Tener a Gustavo Petro como presidente de Colombia, en palabras sabias de María Fernanda Cabal, es un “designio incomprensible de la democracia” y lo que nos queda por ahora es construir plan A, B, y C, porque con todo esto, el futuro de nuestro país cada día resulta más oscuro. Se vienen reformas al régimen de seguridad social ( salud y pensión), a la justicia, a la policía, a la ley laboral, de esta última se pretende volver a la jornada diurna hasta las 6 pm, generando recargos nocturnos que se traducirán en desempleo, y con toda esta inseguridad jurídica, lo único que se produce es incertidumbre, lo cual aleja la inversión. Un país sin inversión, con un gasto público desbordado como lo será este gobierno con la creación de ministerios aparentemente inútiles, el pago de la mermelada prometida y el pago de subsidios que prometió en campaña, no será un país en el corto plazo genere desarrollo y crecimiento y en consecuencia, se mejore la calidad de vida de los colombianos.
Dudo mucho que con tanta presunta mermelada en el Congreso, esta nefasta reforma tenga objeción alguna. Ni la leerán y seguramente la aprobarán a pupitrazo ya que tienen el respaldo de un pueblo ignorante que los aplaude. La otra mitad que no los respaldamos, representamos el respeto a la institucionalidad, a la democracia y no seremos los que paralizaremos el país ni acudiremos a las vías de hecho para generar un cambio. Esas formas son propias de quienes los pusieron en el poder y que pronto sufrirán ese voto iluso y engañado.
Se sueña uno el “presidente Uribe, salve usted la patria”…