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Conversemos sobre la Economía Naranja

Mucho se habla de la economía naranja, pero pocos saben qué es y aún más importante cómo la podemos usar para el crecimiento económico. Por: Alejandra Guerrero Fajardo.
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Javier Pérez / Ecos del Combeima
1 Nov 2019 - 10:02 COT por Ecos del Combeima

Nuestro alcalde electo, al que extiendo mis más sinceras felicitaciones, la menciona como eje principal en sus propuestas económicas. Por esto me propongo a hacerles una breve explicación de ella.

Definir la economía naranja es un asunto complejo, porque comprende los sectores en que el valor de sus bienes y servicios se fundamentan en la propiedad intelectual. Directamente relacionada con la cultura, creatividad y economía. Términos bastante amplios y cuya relación no es evidente y con oportunidades ampliamente desconocidas. Este desconocimiento entre varias razones se basa en que las herramientas económicas para cuantificar sus resultados están todavía en debate. Desconociendo que es y sin cifras concretas de sus bondades, es difícil convencer a gobernantes en invertir en las herramientas para su expansión y a los ciudadanos en creer en ella como fuente de riqueza y más importante aún en un instrumento de redistribución de ingreso.

Lo primero que hay que dejar claro es que la materia prima de la economía naranja es la creatividad, arte y cultura. Por esto es que es protegido por propiedad intelectual, comúnmente conocidos como derecho de autor. Esta propiedad hace parte de una cadena creativa que resulta en un bien final. Es de aclarar que el bien final es producto de una idea, y la idea es la que genera el valor agregado. Por ejemplo, Instagram, en el cual el bien final es compartir fotos, interactuando con aquellos con los que haya empatía e incluso generando relaciones comerciales. O sea, la idea o proceso creativo que genera disrupción es la economía naranja. Ya que tiene el potencial de crear empleos y riqueza a través de la generación y explotación de la propiedad intelectual.

El termino economía naranja es nuevo, sin embargo, los procesos creativos disruptivos a lo largo del tiempo son innumerables. Pongo un ejemplo curioso en 1896 en la ciudad de Nueva York se discutía la importancia de los caballos y como se iba a mantener la logística una de la principal fuente de empleo de la época, había trece mil empresas que funcionaban directamente de ello. Pocos se imaginaban que menos de una década después Henry Ford lanzaba el automóvil, desplazando la tracción animal como principal fuente de movilidad de la ciudad.

Durante años la economía de América Latina ha sido eje central de discusión, eje de experimentos de diferentes organizaciones internacionales, y de recetas en la mayoría fallidas.  Podemos estar creciendo, pero no al ritmo para sacar a toda la población de la pobreza y más importante aún nuestro crecimiento no se ve reflejado en una redistribución de los ingresos. Un ejemplo de esto es Chile, el país insignia que está sumido en protestas por una clase media que no puede sostenerse y está desapareciendo. Ante este panorama, ¿qué podemos hacer en Ibagué para lograr implementarla?

Lo primero es tomar el riesgo de implementar e innovar tempranamente, para enfocarnos en los nuevos negocios de tecnología y hacer parte de la revolución digital. Esto es una invitación tanto al gobierno municipal como a los privados a invertir en desarrollo e innovación creativa y cultural. Además, a incentivar la formación y educación tanto técnica como profesional en actividades creativas y culturales. Pero esto debe ir acompañado de instituciones fuertes y ordenadas que protejan la propiedad intelectual.

Los países escandinavos – Noruega, Suecia, Finlandia y Dinamarca- son comúnmente usados como ejemplo. Son potencias económicas en las que la política pública ha logrado la convergencia entre la iniciativa privada y la inversión pública, son ejemplos de igualdad e inclusión social. Son países globalizados que protegen su cultura, y más importante están orgullosos de ella. Tienen instituciones fuertes, en los que la corrupción no es la protagonista. Los impuestos son bien utilizados por lo tanto tienen salud y educación asegurada. Son todos estos elementos juntos los que les da la posibilidad a sus ciudadanos de innovar. Ante estas características no creo equivocarme en afirmar que tenemos varias características en que trabajar.

Nuestra ciudad necesita inspirar al talento e incentivarlo a quedarse, tenemos una fuga de cerebros inmensa. La economía naranja se basa en invertir en nuevas capacidades, en atraer talento y nutrirlo. Aunque suene repetitivo necesitamos la infraestructura para conectar los actores, junto a la capacitación y financiación para que estas se conviertan en crecimiento. Como estos actores se relacionen se aprecia en las sedes de los juegos olímpicos, que son disputadas entre países entre varias razones por generar crecimiento. Pero si no hay un proyecto que haga que estas sigan generando crecimiento se convierten en un problema.

El contraste entre Londres 2012 y Rio 2016 es abrumador, los escenarios en Londres levantaron una zona marginada disminuyendo la brecha social, conectándola con el resto de la ciudad, son incontables los emprendimientos que se han ubicado en ella además de ser un centro de reunión cultural. Mientras que los escenarios en Río son foco de quejas por lo costosos que fueron y siguen siendo para la ciudadanía, rescatando que son lugares que generan proyectos comunitarios de participación e inspiración.

No obstante, las entidades gubernamentales deben generar condiciones para el desarrollo creativo y cultural, trabajando sobre lo construido que funcione e incluyendo a la ciudadanía en trabajar en lo que se puede mejorar. También es cierto que nosotros como ciudadanos podemos aportar. Les digo una manera sencilla y clara: usemos la cultura cívica.

Ejemplo claro, usemos los paraderos de bus. Son inimaginables las cantidades de aplicaciones e innovaciones que son producto de un sistema de transporte efectivo y eficiente. Si los buses solamente pararan en los paraderos de bus generaríamos tantas oportunidades. Imagínense, podría haber una aplicación que le dijera en cuánto tiempo llega el próximo transporte. Podría haber otra que le informara el tiempo que se demora en llegar a su destino. Podríamos implementar estadísticas de donde inicia su trayecto y adonde finaliza, lo que podría hacer rutas más eficientes. La malla vial podría programarse de acuerdo a los desplazamientos y optimizar el uso de recursos. Pueden imaginarse la cantidad de trabajos y oportunidades que generaríamos con algo tan sencillo como usar un paradero de bus. ¡La cultura no es gratis!

 

 

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