El sistema carcelario por Colombia, un paseo por el infierno

Mientras las reformas que se pretenden adelantar en el presente generan ríos de incertidumbre, como lo son las reformas a la salud, la reforma política, cambios en el régimen pensional y otra muy tangencialmente planteada, como lo es la reforma a la justicia, que, aunque se conoce muy poco de la misma, desde el ministerio de justicia se han lanzado algunas líneas que poco o nada se enfocan en el verdadero problema. El sistema penitenciario y carcelario en Colombia se ha convertido en un infierno sin salida.
La política criminal en Colombia, relacionada profundamente con la tan cuestionada políticapenitenciaria y carcelaria, esa misma que permite quepersonas entren y salgan varias veces de la cárcel a cometer delitos, incluso peores por los que habían sido condenados en la primera cadena de delitos. Esto genera preocupación, ira e indignación en la población, sin embargo, más allá de este fenómeno, se debe reconocer que existen enormes falencias estructurales en este sistema, lo que hace reiterativauna reforma a la justicia sobre los siguientes aspectos:
Partamos del hecho que viven las personas a las que se les priva de la libertad que como sindicados llegan inicialmente a estaciones de policía, por ciertohacinadas al tope, en las que usualmente les roban sus pertenencias y deben permanecer varios días y hasta meses, mientras se les ubica en un establecimiento penitenciario, ahí pasan su primera etapa de vida carcelaria en lugares con un único sanitario, en los que usualmente no hay agua y durmiendo en el piso, así mismo cuando se les asigna un patio, duermen en pasillos junto a roedores, cuando les va bien, porque en muchas ocasiones no hay espacio ni para dormir parados; en ese patio lo recibe el Jefe del mismo llamado usualmente ¨el Pluma¨ que le va poniendo las condiciones para vivir ahí, que no son cuestionables de ninguna manera.
El interno recibe comida en terribles condiciones, a veces en proceso de descomposición (aunque el INPEC la factura como comida decente), entonces queda la opción de consumir lo que vendan en los expendios habilitados para que los internos compren, en los que usualmente se venden escasos productos, a pesar de que en el listado de las compras del establecimiento figuren múltiples líneas de alimentos, bebidas y demás, todo esto para que esos productos lleguen a los llamados ¨chaceros¨ que, en presuntoasocio con la guardia de turno, revenden los productos a los internos a precios mucho mayores a los autorizados en los expendios.
El régimen de visitas en la mayoría de los centrospenitenciarios se ha reducido ostensiblemente, usualmente pueden ser visitados cada 15 días y solo cuatro horas, que se convierten en dos horas solamente en el mejor de los casos, por las interminables filas a sol y agua que deben aguantar sus familiares para poder entrar a ver a los suyos, con la consecuente destrucción del tejido familiar, con efectos devastadores en sus parejas y peor aún en sus hijos.
A esta problemática se le suma la cada vez mayor distribución y consumo de drogas en las cárceles, ante la indiferencia total de la institución. Existe la presunción de que en muchos centros penitenciaros la mayor cantidad alucinógenos presuntamente es ingresado por la misma guardia del INPEC, por lo que hay una ausencia total y mínimo interés en tratar de fondo los problemas de dependencia a los estupefacientes.
El centro de este análisis, es el llamado ¨Tratamiento Penitenciario¨ regido por reglamentaciones del INPEC, que no se desarrolla a cabalidad y en muchos casos solo existe en el papel, se tienen previstas una cantidad de diferentes cursos esenciales, para lo que se conoce como cambios de fase, que implica cumplirlos pasos de alta a mediana y de mediana a mínima seguridad, pero que en muchas ocasiones se dictan por personal no calificado, algunos de estos instructores solo van a que les firmen planillas y poder cobrar la capacitación, no hay seguimiento en el aprendizaje, no hay diferenciación en la programación de capacitaciones sin distinguir las categorías de los delitos haciendo tratamientos iguales a una persona que está vinculada por homicidio, como a otra por delitos sexuales, por lo que no se trata la raíz del problema, esto concadenado con una ausencia de acompañamiento psicológico, ante la destrucción del imaginario de la vida que tenía el interno antes de estar privado de la libertad, llegando muchas veces personas sanas mentalmente antes del encierro, al consumo de antidepresivos y en ocasiones al paso a las drogas ilícitas por justamente esa falta de seguimiento a la salud mental del privado de la libertad. Así mismo esta población marginal registra enormes problemas para atender sus problemáticas de salud general que en muchos casos resulta ser un acceso nulo.
Además de lo anterior, es evidente la ausencia de mecanismos educativos en función de desarrollar destrezas en actividades técnicas, tecnológicas o profesionales, que le brinden a la persona privada de la libertad herramientas para aprender y construir a un ser humano con nuevos conocimientos que lo alejen o le muestren caminos distintos a la criminalidad y sobre todo en actividades con posibilidades de desarrollo o generación de microempresas, de tal manera que los único que sigue aprendiendo es sobre las mismas actividades que lo condujeron a la cárcel, algo así como “especialización en el delito”.
Conforme a lo descrito, los seres humanos que son sometidos a estos regímenes (culpables o no), no tienen ningún aliciente para transformar sus vidas para bien, por el contrario el sistema penitenciario amplia la marginalidad, los resentimientos sociales, destruye familias, nulifica su generación de ingresos, genera traumas irreparables en la mente del que lo padece y adicionalmente al cumplir su pena y recuperar su libertad, recibe otra discriminación más de parte de una sociedad que no le da oportunidades, por haber estado en la cárcel; generando como consecuencia la reincidencia en la criminalidad en la inmensa mayoría de los casos.
La inoperancia del estado en esta problemática es continua, porque como muchos políticos dicen ¨Los Presos No Votan¨, quizá por eso mismo no se toma en serio esta problemática. No se necesitan más medidas de populismo punitivo, como subir las penas, creyendo erróneamente que esto mitigaría la ocurrencia de delitos. Por el contrario, se deben implementar estrategias en el tratamiento penitenciario que realmente brinden al privado de la libertad nuevos horizontes de desarrollo, distintos a los que lo condujeron a la cárcel. Se debe capacitar y reconstruiral individuo en formaciones integrales productivas, de ahí que en ese utópico contexto ¿Cuantos realmente reincidirían en el delito?