Enterrados
¡Mezquindad! es el calificativo más apropiado para ilustrar el vergonzoso estado de abandono al que han sido sometidos en los últimos seis años los habitantes del sur oriente del Tolima.
En dos gobiernos de una misma casa política, las promesas de campaña se han hundido a la misma velocidad que hoy se hunden los camperos y camiones que quijotescamente se atreven todavía a transitar en tramos como Prado - Dolores o Dolores - Alpujarra.
Vías secundarias convertidas en trochas, sin justificación alguna, a costa del sacrificio de campesinos y comunidades que viven un aislamiento forzoso, mientras las incipientes economías de estas municipalidades y el agro llevan la peor parte.
Una realidad que no se compadece del esfuerzo de los agricultores en renovar sus cafetales, para dinamizar ese renglón que en el 2018 representó 13 mil millones de pesos a los productores alpujarreños, tampoco de los ganaderos que intentan expandir las potencialidades de su sector.
Incluso el transporte público de pasajeros que debería estar garantizado se rehúsa a atender el servicio, pues como es apenas entendible los transportadores no quieren arriesgar su patrimonio.
En el caso de Alpujarra, el precio que hoy pagan sus habitantes es no haber elegido a los ungidos por el barretismo en las últimas dos alcaldías, donde Jaime "El Mono" Osorio sigue siendo quien manda la parada.
Muy parecida es la realidad de Dolores, otra población donde no hay plenamente control del autoritarismo que gobierna el Departamento y la factura va con cargo a la población.
Parece que los criterios de inversión de la administración seccional se definen según el número de votos o la filiación de los gobernantes locales, como si la campaña aún no terminara, como si el título de Gobernador obligará solo a atender las necesidades del barretismo o los partidos de coalición y no de todos los tolimenses, como se juramentó ante Dios, la Constitución y la ley.
No es un secreto que en el último lustro la inversión pública se ha direccionado casi toda al Sur del Tolima. No propiamente para intentar saldar la deuda histórica del Estado con sus habitantes como sostienen, sino para aceitar la maquinaria electorera que en esa región se les ha convertido en fortín, donde ahora impulsan candidata a la Cámara de Representantes.
Mientras tanto, otras zonas del Tolima deben conformarse con recibir las migajas, voluntad de los secretarios de turno con algún margen de maniobra, o depender de lo que la gestión ante entidades del Gobierno nacional les permita para lograr la ejecución de obras. Claramente no hay en esta forma de administrar ningún precepto de equidad.
El discurso de Orozco, según el cual el Tolima nos une, dista de la realidad en estas poblaciones olvidadas, al menos hasta ahora pese a anuncios de millonarias inversiones, pero con seguridad vendrán las promesas renovadas y los cantos de sirena para endulzar oídos y movilizar votos en pro del amo, señor y gamonal de la finca Tolima, que en su momento tampoco llevó allí soluciones que transformaran.
En prospectiva, el camino más indicado para los habitantes de Dolores y Alpujarra, sería emular la iniciativa de las comunidades del corregimiento de Belén de Bajirá, en Antioquia, en este caso para pedir anexarse al departamento del Huila.
Con suerte en los vecinos encuentren no sólo afinidad por su proximidad geográfica, sino también la atención y el valor que de este lado del mapa les ha sido negada con menosprecio.
Una medida desesperada, extrema, pero justa para llamar la atención de la clase dirigente a efectos de que las inversiones se materialicen y no se queden en ambiguos anuncios propagandísticos.