De vuelta al campo
La concentración de la tierra es inversamente proporcional a la producción agrícola del país, en Colombia está probado que los mayores tenedores de tierra, son los menores productores agrícolas y en las zonas donde existe mayor minifundio la producción agrícola es alta. Esta pandemia regresó la mirada al campo, por la necesidad de producción alimentaria, pero además por que fueron los menos afectados por contagio, da alegría ver que, a la ruralidad colombiana regresen los ciudadanos, solo falta que el estado también asimile estas dinámicas para que los recursos lleguen a los campesinos, a los pequeños productores agrícolas, a la ruralidad para la competitividad.
Bien dice Eclesiastés que todo tiene su tiempo bajo el sol, en mi columna pasada escribí que era el tiempo de Ibagué, hoy debo decir que es el tiempo de la ruralidad y del campo colombiano, de la reforma agrícola, que se ocupe mucho más de los intereses de los pequeños productores, para hacer la gran revolución de la producción, de la generación de recursos para los más pobres, es decir aplicar equidad en la distribución de la tierra y en la distribución de los recursos, lo que sin duda en sana lógica de esa equidad, reduce la proporcionalidad de los recursos en mayor suma a los pequeños productores.
Tenemos grandes demostraciones en el Tolima de apoyo a pequeños productores que aprovechando se formaron, crecieron, se asociaron y conquistaron mercados nacionales e internacionales, hoy ejemplo para el país. Nunca mucho será suficiente, la deuda social y económica con nuestro campo colombiano es bastante y difícil de saldar, los frentes de competitividad en materia de infraestructura vial, infraestructura tecnológica, trasferencia de conocimiento, apoyo técnico y logístico, deben contener enormes priorizaciones e inversiones que permitan a la ruralidad colombiana el desagravio, para convertirse en gran parte en la solución salvadora de nuestra economía.
Los gobiernos, la academia, la clase política colombiana, la sociedad en general, deben ver el campo como el revulsivo de nuestra economía, como la mayor ventaja comparativa frente a muchos países del mundo, para que avancemos en las realidades concretas, dejando de tajo el discurso limosnero y retorico, con el cual tanto se ha engañado al que debe llamarse con orgullo “empresario agrícola del campo”.