La política del odio
Muchos creían que, como efecto colateral de la pandemia, nuestra sociedad sufriría un drástico cambio que la haría más humana, reconciliadora, sensata y reflexiva; que las miles de muertes y el duro golpe económico despertaría una especie de conciencia que nos haría pensar y actuar mejor. Confieso que siempre fui pesimista ante esa posibilidad y la realidad tristemente me da la razón.
La polarización política en la que han sumergido al país es cada vez más profunda, poco ha importado la situación que vivimos cuando se trata de luchar por el poder público. La cruenta pelea entre “Uribistas y Petristas”, que se libra en redes sociales, es sin cuartel; allí no hay lugar a puntos intermedios pues la radicalización y el fanatismo desborda cualquier argumento lógico o razonable, y sus principales armas son las ofensas y la desinformación.
La última jugada de la izquierda fue crear una serie virtual denominada “matarife”, haciendo alusión a supuestas acciones delictivas del expresidente y ahora senador de la República, Álvaro Uribe Vélez. Solo me bastó con ver el primer capítulo, para darme cuenta que su impecable realización estaba cargada de una gran dosis de odio y resentimiento, y cuyo único propósito, es destruir a como dé lugar la imagen del jefe natural del centro democrático.
Quiero aclarar que nunca he sido ´Uribista´, y eso tampoco me hace ´antiuribista´, al expresidente le he aplaudido lo bueno y le he condenado lo malo; sin embargo, considero una bajeza que tengan que recurrir a esa clase cosas haciéndole eco a lo peor del ejercicio politiquero, porque lo único que logran es exacerbar las pasiones de los extremistas de cada bando incitando a la violencia, como si lo que hemos vivido en los últimos 60 años no hubiese sido suficiente.
Un ejemplo claro de esta situación, fueron las palabras de un médico en el Huila que dijo: “si me llega un paciente con coronavirus que sea ´uribista´, lo dejo morir”, algo totalmente inaudito y salido de toda proporción, fruto del nivel de división que existe.
Lo peor de todo es que esas mismas prácticas ya llegaron a Ibagué, promovidas por un grupo de hinchas del ex alcalde Jaramillo que, camuflados bajo perfiles falsos en las diferentes redes sociales, atacan indiscriminadamente al Alcalde de Ibagué, al Gobernador del Tolima y a cualquiera, que según ellos, represente al grupo político que dirige Óscar Barreto.
Su modus operandi no es otro distinto al del insulto, la injuria, la ridiculización y la agresión personal; pues solo ellos o lo que hizo la administración Jaramillo es lo que está bien, y ¿el resto?, son sólo corruptos y ladrones. Para estos devotos, si un órgano de control, juzgado o tribunal inicia un proceso contra algún funcionario público de los gobiernos municipal o departamental, ésta bien hecho, porque todos son unos bandidos, pero si llegasen a ser absueltos, aducen que los investigadores o los jueces, estaban comprados.
Es importante recordarles, que en nuestro país existe el principio constitucional de la presunción de inocencia, es decir, que todos se presumen inocentes hasta que la justicia no emita un fallo condenatorio o sancionatorio, incluso aplica para el Dr. Jaramillo, quien tiene varios procesos en la fiscalía, la procuraduría y la Contraloría.
Este escrito no lo hago con el ánimo de entrar en esa confrontación, todo lo contrario, lo hago con la intención de invitar a toda la opinión pública a que no se dejen contagiar de ese absurdo debate ideológico que en nada aporta y que si destruye; es hora de entender que Ibagué, el Tolima y el país está por encima de los intereses individuales, no caigamos en la despreciable política del odio.