Opinión: La hora de los que siempre están en crisis
Esta crisis de salud pública y económica que vivimos en Colombia desde siempre, hoy más que nunca ha quedado develada, los pobres esperanzados e impotentes, que soportan la miseria con una sonrisa, seguirán siendo pobres o más pobres después de esta crisis, cuando todo lo contrario, este debería ser el momento histórico en el país, para tomar medidas estructurales que resuelvan los gravísimos problemas de lo que ahora denominan los técnicos, como pobreza multidimensional y pobreza monetaria.
Recuerdo cuando mi padre siendo sindicalista luchaba por los derechos de los trabajadores, desde entonces escucho la palabra “reivindicación”, muy trillada en discursos de políticos y dirigentes, sobre todo entre aquellos que usan la lucha social, para sostener en la palabra y no en los hechos, su caudal y tener allí a los pobres esperanzados, abrigados por el anhelo de mejorar su calidad de vida; a veces pienso que quisieran mantenerlos en esa miserable situación, al fin y al cabo es donde los necesitan para sus propósitos.
El sistema financiero debe devolver algo de lo que mucho han ganado por los privilegios que generosamente los gobiernos les ha dado, el concepto de equidad tiene que ser bien entendido por gobernantes, para que planes y acciones de gobierno vayan dirigidos a los más necesitados, en acción mayor una preferencia por lo social para que la educación y la salud sean derechos aplicados rigurosamente con universalidad y adecuado criterio en atención, humanismo y pertinencia, una verdadera reforma agraria que anime el minifundio y lo active como unidades de negocios productivas, debe ser el estartazo hacia una economía moderna y agroindustrial, que nos abra hacia los mercados nacionales e internacionales, donde el campesino de una vez por todas tenga los desagravios económicos y sociales, obligados ante tanto y tanto maltrato y desatención. En el sur he dicho, por ejemplo, que tanto o más sufrieron nuestros ciudadanos, por la violencia que por el abandono del estado.
Los derechos no pueden seguir siendo anhelos sino realidades, mujeres, niños, jóvenes y adultos mayores, tienen que ser actores y beneficiarios de esa lucha frontal contra la pobreza, es el momento de no seguir permitiendo la destrucción del empleo, de apoyar al informal, al microempresario, al que nunca nada ha tenido, pero no con el discurso inquisidor, irracional, ideologizado y anárquico, sino con decisiones reales que los toquen positivamente y pasen de la esperanza a la satisfacción de los hechos.