Fuego contra fuego
El afán por incrementar la productividad enmarcado por un agresivo capitalismo, excluye de paso la protección de los valores naturales y los ecosistemas. Se enfrentan dos intereses, por un lado, el fin de lucro, la explotación de la naturaleza y la inmediatez para poder cumplir con el excesivo deseo de consumo; y por otro lado, el interés que se resiste a acabar con los recursos naturales, que piensa en las generaciones futuras, que respeta y ama el planeta. Solo el deseo auténtico por armonizar estos intereses y darle prioridad a la vida, generará las conversaciones necesarias para que estos asuntos sean resueltos en el ámbito político y podamos revertir esa tendencia destructiva por la que vamos a gran velocidad.
El mundo aterrorizado con los incendios Australianos y numerosos llamados de líderes y diferentes movimientos ambientalistas para frenar el calentamiento global. La naturaleza sabia se va regenerando y manifestando ante nuestro exceso en el uso de los recursos naturales; basta con ver cuántos litros de agua se deben utilizar para la producción de ropa o para la producción pecuaria, que dicho sea de paso, tras representar solo el 1.5% del PIB mundial, genera un gran impacto al medio ambiente al producir aproximadamente el 18% de los gases que genera un efecto invernadero, consume cerca del 8% del agua que consume el hombre, produce deforestación y atenta contra la biodiversidad de la tierra porque la superficie que ocupa el ganado hoy, antes eran ocupado por especies silvestres.
Nuestro consumo nos está matando y es que en este verano se han presentado las temperaturas más altas históricas en algunos lugares del planeta. El medio ambiente, a pesar de tener un lugar en las agendas de los gobernantes a nivel mundial sigue sin ser un asunto prioritario; en cambio, el interés por consumir y producir sigue creciendo y mientras los grandes empresarios financien los futuros gobernantes, o sean los grandes empresarios los que gobiernen, resultará imposible creer que se acaben los negocios que más generan contaminación.
Tenemos avances en la legislación, por ejemplo para el caso de Colombia, la reglamentación del consumo de bolsas plásticas o los plásticos de un solo uso, pero por otro lado, tenemos a la minería ilegal que genera un enorme daño ambiental y hasta la fecha, una dificultad por parte del Estado para eliminar dicha práctica.
El caso de Australia no solamente duele por las vidas humanas, animales y vegetación que ha cobrado, sino porque fue un fenómeno previsible y controlable, que infortunadamente, debido a los egos de los gobernantes actuales que con promesas ambientalistas llegaron al poder desconociendo la cultura y generando esta tragedia ambiental. Los aborígenes tenían una práctica que consistía en efectuar quemas controladas, frías y lentas que no superaran los 50 cm del suelo, de tal manera que los animales alcancen a desplazarse y dejando intactas las copas de los árboles; así se combatía el fuego con fuego, pues al llegar las altas temperaturas no van a generar incendios indiscriminados con un efecto dominó propagándose como ocurrió este año y al encontrarse con terrenos quemados, el incendio moriría allí reduciéndose el riesgo. Los gobernantes ambientalistas, según algunos diarios, solo hicieron quemas prescritas al 5% del territorio debiendo ser el 15%, pues no estaban de acuerdo con seguir haciéndolas, desconociendo así esta práctica ancestral y con resultados comprobados. Qué los llevaría a no continuar la práctica? Un interés por el medio ambiente seguramente, desconociendo su historia, su territorio y su cultura, alentado por el deseo de ser electos acudiendo a discursos con contenidos que promueven cambio; así las cosas, el cambio en este caso, sería cesar esta horrible práctica de incendiar el país. Con esta tragedia se calcula que las pérdidas son dos mil millones de dólares hasta ahora y por supuesto, la perdida humana y del ecosistema es incalculable. Qué lástima que no atendieron a las prácticas dadas por la costumbre, prácticas de quema controlada tan antiguas que se afirma que los colonos, cuando llegaron a Oceanía, se encontraron un territorio lleno de columnas de humo.
Este caso me hace pensar en los nuevos gobernantes como el alcalde de Medellín, Daniel Quintero y la alcaldesa de Bogotá Claudia López, que llegan con discursos disruptivos esperanzadores. Ojalá no sea otro caso de promesas incumplibles, populismo e incremento de corrupción e ineficiencias. Prefiero seguir creyendo en sus mejores intenciones y en que sus equipos de gobierno sean competentes. Para el caso de Ibagué y el Tolima, encuentro un ambiente optimista frente a la gestión del nuevo gobierno de Andrés Fabián Hurtado y Ricardo Orozco, al tener el Barretismo un gran respaldo del pueblo, que no puede ser por nada diferente a encontrar en él credibilidad y cumplimiento. Ya tendrán que continuar estructurando sus equipos para gobernar atendiendo a las demandas de nuestra región, construyendo con eficiencia, competencia y conocimiento.
El afán por incrementar la productividad enmarcado por un agresivo capitalismo, excluye de paso la protección de los valores naturales y los ecosistemas. Se enfrentan dos intereses, por un lado, el fin de lucro, la explotación de la naturaleza y la inmediatez para poder cumplir con el excesivo deseo de consumo; y por otro lado, el interés que se resiste a acabar con los recursos naturales, que piensa en las generaciones futuras, que respeta y ama el planeta. Solo el deseo auténtico por armonizar estos intereses y darle prioridad a la vida, generará las conversaciones necesarias para que estos asuntos sean resueltos en el ámbito político y podamos revertir esa tendencia destructiva por la que vamos a gran velocidad.
Usted por su parte puede aportar teniendo comportamientos más amigables con el planeta: reciclar, usar menos su carro, disminuir el consumo, cargar el pocillo del café, comprar bolsas biodegradables, utilizar implementos de aseo biodegradables, empezar a pedir a los restaurantes migrar del contaminante icopor y plástico hacia otros materiales biodegradables, comprar cosas usadas o hacer trueque.