De la crítica destructiva a la construcción colectiva
Cuando se trata de opinar y particularmente cuando nos da por creernos alcaldes, gobernadores, congresistas, diputados o concejales; lo sabemos todo, algo muy similar pasa cuando nos creemos técnicos de la selección Colombia y sabemos más de planteamientos y tácticas que el cuerpo técnico y sus jugadores.
Ideas tenemos todos, unas más acertadas que otras, pero bajo la premisa que dice “ninguna verdad es absoluta”, debemos entender que el gran problema de Ibagué y el Tolima no solo es político, también es social, y radica históricamente en que nos contagiamos de un virus compuesto por crítica destructiva, chisme, pesimismo y quien sabe que más; pandemia social colectiva que nos urge combatir y solucionar para dejar atrás ese comportamiento de rebaño que se queda en solo generar juicios y descalificar, pero no en el proponer soluciones y mucho menos actuar.
Una mala planificación de ciudad dada en las últimas dos décadas a partir de obtusas y miopes visiones de desarrollo, planes y programas de competitividad sin rutas estratégicas para su implementación, así como una cantidad de diagnósticos que tenían como objeto perfilar y desarrollar económicamente a Ibagué y al Tolima, fallaron, el cálculo prospectivo del desarrollo socioeconómico que hicieron en su momento, “los que sabían”, me refiero a aquellos sabios que se consideraban los dueños del conocimiento y la verdad absoluta, esos mismos que facturaron a su favor cuantiosos recursos para construir el futuro de la tierra firme; incumplieron y reprobaron la tarea.
Lastimosamente los visionarios que debieron planificar y construir la ruta de desarrollo que hoy nos debería tener en un lugar privilegiado perdieron el mapa y la brújula, y por aquellos, realmente perdimos todos. Hoy tenemos como consecuencia un deficiente por no decir que pésimo ordenamiento territorial que impide el desarrollo de las vocaciones económicas para la localización empresarial y de proyectos estratégicos, lo que genera un tejido empresarial débil, incapaz de generar empleo y por eso denotamos indicadores macroeconómicos negativos que han permitido que el DANE siempre nos esté calificando con el INRI de primera ciudad en desempleo. Ese no puede seguir siendo el faro conductor al que nos acostumbramos y nos volvimos indolentes sin tomar banderas, solo procurando criticar y buscar culpables, cuando todos podemos tener algún grado de responsabilidad.
El despertar del Tolima y particularmente de Ibagué, debe ser ya, el actual proceso electoral debe significar un reinicio que permita elevar el nivel del debate a partir de propuestas de ciudad; mientras algunos siguen pensando en la leche pero no en la vaca, el resto de ciudadanos tendremos que si o si, trabajar con todo para sacar adelante y hacer realidad las apuestas que hoy parecen convertirse en utopías que nos mantienen rezagados en el desarrollo y en el tiempo, mas no en esas soluciones de desarrollo que esperamos, las cuales deben estar en manos de todos.
Si no se hace una reingeniería, en la que se proyecte y planifique una estrategia de desarrollo, en la que se incluya a la comunidad en tal construcción, en especial en esos temas que hasta la fecha han sido improbables desde el momento de su formulación, pasarán otros 20 años, sobre diagnosticando las mismas apuestas y proyectos que hasta hoy han sido irrealizables; si no hacemos un alto en el camino y replanteamos el método y la ruta de desarrollo económico que hasta hoy no ha dado ni dará resultado, seguiremos en las mismas con los mismos; si no vinculamos a la comunidad en el proceso de identificación del problema y en la construcción de alternativas de solución, nunca recuperaremos la confianza de los propios y mucho menos de extraños, ni de esos que debemos convertir a la ciudad en un destino de segunda vivienda, destino turístico, de eventos, inversión y mucho más. No lo creemos, pero Ibagué y el Tolima, se consolidan como una importante opción en Colombia para la relocalización de empresas, negocios y hábitat con calidad de vida.
Se da por sentado que en lo público nada funciona bien, cuando no son los estudios y diseños, obligatorios por cierto, no se puede arrancar; pero cuando se tienen, que demora para colgar la licitación y adjudicarla; que demora para empezar y más aún si el proceso se declara desierto, toda una terapia como dicen popularmente, se dan condiciones perfectas para querer corromper, y que no decir para que posteriormente paguen, otra tragedia que por insólita que parezca, todos la conocemos, entonces hay que entender que querer mover la economía esperanzándonos solo en los recursos de lo público es bien complejo, más cuando se responsabiliza a un gobernante que en realidad quiere hacer las cosas bien y avanzar en temas que pueden mejorar las condiciones socioeconómicas en cuanto pobreza y desempleo, no estamos para jueguitos de poder, ni para oposiciones politiqueras, el territorio necesita de gobernantes con experiencia y decisión que generen cambios positivos.
Esta tribuna debe servir para seguir advirtiendo lo que sucede en lo público, no para cohonestar ni aplaudir lo que está mal y siempre ha estado así, debemos referirnos a lo bueno y procurar dar tratamiento con criterio a lo malo, todo con objetividad, esto que digo va dirigido no a los críticos, pero si a los mezquinos y destructivos, adjetivo que los define como unas personas hipócritas y ruines, esos que cometen la acción, pero esconden la mano, esos que perjudican a todos los demás, pero que nunca se hacen responsables de sus actos.