¿Le va bien con los servidores públicos en el Tolima?
Es común ver cómo, algunos colaboradores de entidades públicas, dejan “muy mal paradas” a las entidades que representan porque ejercen su poder con dosis muy altas de soberbia e intereses particulares.
El caso del funcionario de Migración Colombia sobre la agresión a un pasajero, es un muestra más del nivel de empoderamiento negativo que ejercen muchos funcionarios de entidades públicas en el país.
El Tolima, un departamento con un problema histórico de servicio al cliente, no se escapa de esta problemática que paradójicamente comienza desde lo público. Y aunque el servicio en el sector privado tiene una connotación distinta, termina siendo un factor que representa reputación, necesaria en ambos sectores; como lo dijo Walt Disney: “Hagas lo que hagas, hazlo tan bien para que vuelvan y además traigan a sus amigos”.
Algunos de los síntomas negativos del servidor público tienen que ver con: empoderamiento de las relaciones con los jefes o gobernantes, delirios de poder, comunicación agresiva, baja empatía y manipulación de procesos.
Este tipo de comportamientos van desde personas cercanas a gobernantes, pasan por funcionarios que controlan el dinero público y llegan hasta cargos operativos de cara a los ciudadanos como supervisores, secretarias y vigilantes.
Quienes son delegados en funciones públicas, deberían transitar por procesos de selección más rigurosos. Si su único interés es el particular o si carece de la empatía que requiere la lógica del servicio, no deberían estar allí. Finalmente, los mas afectados son las caras visibles de las entidades públicas y la imagen de estas mismas organizaciones.