¡Coherencia por favor!
Uno de los grandes retos de los seres humanos es el de ser coherente; esa armónica relación que existe en actuar conforme a lo que se piensa y lo que se dice. Bien lo establecía Mahatma Gandhi: “La felicidad consiste en poner de acuerdo tus pensamientos, tus palabras y tus hechos”.
Sin embargo, esa unión es tan difícil de sostener cuando se ha vuelto común que los hechos de las personas estén totalmente alejadas de lo que alguna vez han dicho o representado , haciendo más popular el viejo adagio: "predicar pero no aplicar", o como alguna vez lo dijo Walter Riso: “Hay gente que funciona como una escopeta de perdigones: piensa una cosa, siente otra y sus actos se dispersan sin dirección.”
En el ámbito político si que aplica esta frase, sobre todo en época electoral, cuando en el afán por conseguir votos los candidatos se vuelven tan flexibles, que sobrepasan los límites ideológicos, partidistas y hasta personales; es que desde que se inventaron eso de que la política es “dinámica”, con esas palabra justifican “volteadas”, traiciones y “cambios de opinión”.
Un ejemplo claro es lo que sucede en nuestro departamento: El Senador conservador Miguel Ángel Barreto, apoya abiertamente a Alcaldes liberales con gestión ante el gobierno del Presidente Duque, con la promesa de que en contraprestación votarán por él en su intención de hacerse reelegir como senador. Hasta ahí, normal. No obstante, la gran mayoría de los militantes del Partido Liberal han manifestado públicamente que estarán con el candidato a la presidencia Gustavo Petro; lo que quiere decir, que gracias a la labor del senador, el presidente Duque resultará haciéndole campaña a Gustavo Petro. ¿Ilógico no?
Entonces, es precisamente esa falta de coherencia la que genera un ambiente de incredulidad y desconfianza por parte de los ciudadanos ante todas las acciones de los políticos. Actuaciones salidas de contexto, sin la cohesión que se espera de alguien que está en el ejercicio de lo público y que representa e interpreta los intereses de sus votantes, de un partido y de la sociedad en general. Obviamente, esto no solo aplica para la política, aplica para la vida.