Candidatos: No es quién, es qué
En estos días de coyuntura política de cara a las elecciones de autoridades locales, en los que paralelamente las cifras de desempleo en Ibagué han ocupado la agenda pública, resulta una necesidad apremiante pensar desde temprano en las problemáticas y necesidades más sentidas que demandan la atención del gobierno frente a los ciudadanos.
El tiempo de centrar la discusión en componendas, alianzas, unciones de caciques o patronatos políticos a tal o cual figura, pasó de moda.
Es impajaritable pensar en cuál resulta ser la carta correcta para jugar a ganar en medio del contexto y las realidades propias de una ciudad que se debate entre las oportunidades y el atraso.
En ese camino hay que reconocer por igual el valor de quienes se atreven a postular su nombre para asumir la capitanía de esta nave, sin perder de vista, eso sí, que a la hora de distribuir los puntos algunos suman muchos y otros restan.
Pero como de lo que menos se trata es de hacer proselitismo, no hablaremos de nombres, ni le pondremos cara. Definiremos las cualidades que debería tener un mejor administrador para Ibagué.
Sin duda, la primera y más importante de todas las condiciones tiene que ver con la integridad moral.
Un candidato con mantos de dudas o el peso de pecados pasados sobre sus hombros, no sólo es irresponsable con la ciudad si no que termina exponiendo la seguridad jurídica necesaria y el principio de gobernabilidad, fundamental para avanzar.
Sin embargo, la integridad moral también pasa por la pulcritud de sus actuaciones y el reconocimiento público a sus valores humanos En síntesis, buenos ciudadanos antes que políticos consagrados.
La segunda característica que debería poder encontrarse en un futuro gobernante es la coherencia entre su prédica, principios, actos y obras.
Y esto aplica en todos los sentidos. Seres políticos con identidades plenamente definidas, respetuosos de las posiciones diferentes y con capacidad de consenso.
Pero además, Ibagué necesita un líder capaz de escuchar y dialogar, un gestor de reconciliación entre protagonistas de nuestras dinámicas como sociedad y las instituciones públicas. Un promotor de la unidad para trazar objetivos comunes y poner de nuevo a Ibagué en primer plano.
Y no siendo todo esto suficiente, la ciudad necesita un Alcalde que encuentre ese equilibrio perfecto en la fórmula: carácter, exigencia, capacidad de trabajo, inteligencia y mesura, todo ello en las dosis indicadas.
Ibagué está lejos de necesitar más populistas que posen para la foto y que se ufanen de cumplir con el servicio público para el que resultan elegidos. En consecuencia sobran candidatos con perfil de agitadores que utilicen la necesidad de otros para pretender alcanzar las posiciones deseadas.
Finalmente todos estos ingredientes en la receta del gobernante ideal deben pasar por la madurez, la experiencia y la capacidad para visualizar una ciudad del futuro.
En ningún caso habría que ver estas exigencias como sinónimos de juventud o una larga vida de logros acumulados, pues bien es sabido que hay jóvenes con visiones anacrónicas y en extremo fantasiosas, como también hay quienes con una vida de plenitud aún tienen la capacidad de imaginar, perseguir, lograr sueños e ir por más.
Hoy miércoles de ceniza, es buen momento para decir que Ibagué necesita una redención para confiar y volver a creer.