Las maltrechas vías de Ibagué

El deterioro de la malla vial que es inevitable y no se equipara, evidentemente, con las acciones que deben garantizar una reparación adecuada y oportuna y un mantenimiento eficaz para evitar el caos que actualmente sufren los ibaguereños.
La planeación es un concepto que parece olvidado por la administración municipal. Los procesos de contratación para mantener en óptimo estado las vías de Ibagué, parecen no existir y los que hay avanzan a paso de tortuga, con molestos retrasos y dudosos manejos financieros.
Las comparaciones son odiosas, pero necesarias. Pereira, una ciudad con características similares a las de Ibagué, es un ejemplo claro de un proceso de gobernanza ordenado, planificado, controlado y vigilado con resultados altamente positivos. La malla vial de la capital risaraldense se encuentra en perfecto estado. La señalización y demarcación es la adecuada y ni qué decir del desarrollo de su infraestructura vial, con modernos puentes, túneles, deprimidos y viaductos que permiten una movilidad adecuada en una ciudad que también adoptó hace varios años el sistema masivo de trasporte.
¿Cómo lo hicieron? La gobernabilidad no solo se mide en un gobierno, esta huella de progreso debe ser producto de una continuidad de acciones que deben ser superadas por las envidias, los egos y las revanchas políticas, que impiden la sucesión de gestiones para el desarrollo a lo largo de diferentes periodos. En nuestra ciudad, el alcalde recién llegado anula de un zarpazo los aciertos de la anterior administración. Cercena sin compasión políticas públicas exitosas de su antecesor, golpeando la continuidad del progreso, cual pataleta inmadura y egocéntrica.
La virtuosa cadena del cambio, del progreso, del mejoramiento de la calidad de vida de los ciudadanos, nunca debe romperse, sus eslabones deben permanecer unidos y soportar las cargas y presiones de la politiquería, de la desfachatez y la irresponsabilidad.
El modelo de desarrollo de Pereira y de otras ciudades del país y del mundo, se debe a la determinación de dirigentes serios, responsables, maduros, con criterio y sentimiento social para lograr entender que las pujas son en las elecciones y que el ejercicio de gobierno merece ser llevado con altura, sin egos, sin revanchismos y con los más altos estándares de calidad en lo público para lograr el bienestar de los ciudadanos.
Estamos en un momento crítico, un momento de desconexión del mandatario local con la ciudadanía, situación que debe hacernos reflexionar, hacernos entender que las malas decisiones de los gobernantes afectan al individuo en su entorno personal y desprenden de ello al colectivo, que irónicamente traicionado en su confianza le confirió el poder a través del voto.