El último vuelo del halcón
Desde mediados de marzo y como estrategia para el mejoramiento de las condiciones de seguridad en Ibagué, el gobierno nacional anunció con bombos y platillos la puesta en servicio de un helicóptero bell 206 dotado con todas las capacidades técnicas y operativas para atender situaciones de posible alteración al orden público e inseguridad ciudadana, con disponibilidad 24 horas.
Dos días después del vuelo inaugural las autoridades dieron cuenta de los primeros resultados: 12 diligencias de allanamiento en el marco del denominado plan 100 lanzado por el presidente Iván Duque en la capital del Tolima y que dejó varias personas capturadas, procedimientos en los que habría sido determinante el apoyo de la patrulla aérea.
Sin embargo, los aciertos fueron de más a menos y es que todas las bondades de la sofisticada aeronave parece no fueron probadas en la práctica.
La primera prueba de fuego para el “Halcón” que prometía cortar el vuelo del hampa ocurrió el 16 de marzo cuando hombres armados que se movilizaban en motocicletas perpetraron un ataque en la calle 28 con avenida Ambalá, hecho que preliminarmente se atribuyó a un intento de hurto.
Aunque se activó la denominada operación candado, la aeronave nunca despegó. La capacidad de reacción o por lo menos la efectividad en la articulación con la central de radio quedaron en entredicho.
Muchas explicaciones podrían darse para justificarlo, quizás un caso fortuito o un episodio aislado como se usa en el argot policial.
Pero la rapaz acción del lobo del aire volvió a generar dudas el 23 de marzo cuando a plena luz del día se presentó un motín e intento de fuga, al interior del politécnico Luis A. Rengifo, caso para el que tampoco se prestó el apoyo aéreo.
Los esporádicos vuelos, y las intimidantes sirenas desde las alturas tampoco han impedido el hurto a vehículos, entre ellos el del rector de la universidad Antonio Nariño, como tampoco disiparon las riñas a cuchillo documentadas por ciudadanos entre los llamados limpiavidrios en la calle 60.
En el transcurso de la Semana Santa, el halcón guardó sagradamente todos los días, sin interrumpir la tranquilidad de nadie, ni siquiera de la delincuencia que compite con él en su accionar 24/7.
Esta radiografía pone de presente lo que ya en otras ciudades del país han expuesto expertos en temas de seguridad cuando se han incorporado estas modalidades de vigilancia. La poca efectividad real para hacer frente al crimen organizado.
Hasta ahora que se sepa, el helicóptero Bell 206 no representó costos al Municipio, asunto sobre el que habrá que ahondar en consultas. De todos modos, aunque se trate de recursos de la Nación, termina siendo el presupuesto de los ciudadanos, por lo que hay que saber que para mantener la sofisticada vigilancia desde el aire durante una hora se necesitan alrededor de 30 galones de combustible que según las más recientes escalas de valor representarían 5.690 pesos por galón. Es decir que por 60 minutos en vuelo se destinaron 170 mil 716 pesos, presupuesto que debió optimizarse e invertirse de manera adecuada y responsable.
Ha quedado claro, por lo visto, que la sola presencia del halcón que ya volvió a su nido no va a ser la diferencia a la hora de enfrentar los problemas de seguridad en la ciudad. Se necesita mucho más que eso. Confiar la vigilancia desde el aire mientras en tierra la presencia es tímida o ineficaz, mientras los patrullajes son superficiales, mientras se omiten procedimientos de requisa a sospechosos, mientras el llamado ciudadano no se atiende oportunamente, está lejos de conducir a resultados reales o mejorar lo que las autoridades asumen como un asunto de percepción.(65.4% de ciudadanos que se sienten inseguros en Ibagué según la encuesta Mi Voz, Mi Ciudad)
Ahora que el halcón parte nos queda el sinsabor de que la temida ave en sus movimientos precisos y meticulosos no consiguió asestar algún ataque efectivo a sus presas.
Pero por otro lado, la probada certeza de que siempre valdrá más pájaro en mano que ciento volando.