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La crisis de las universidades en Colombia: ¿un modelo obsoleto o una oportunidad por reinventar?

La universidad en Colombia viene en franca decadencia desde hace varias décadas, el sueño de obtener un título universitario fue sinónimo de éxito y movilidad social.
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Alejandro Rozo
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21 Dic 2024 - 19:16 COT por Alejandro Rozo

Para nadie es un secreto que el modelo educativo en Colombia se quedó obsoleto y falto de innovación, llevando a los estudiantes como rebaños hacia un modelo económico para el empleo, pero no para el desarrollo empresarial y el emprendimiento de base tecnológica. Además de lo anterior, el sector educativo ha venido siendo permeado con estrategias que buscan inyectar ideologías de izquierda, induciendo a estudiantes de colegios oficiales y universidades públicas a sumarse a una fallida estrategia política de un progresismo auspiciado por esa nefasta izquierda latinoamericana que tanto daño le ha hecho al continente.  

La universidad en Colombia viene en franca decadencia desde hace varias décadas, el sueño de obtener un título universitario fue sinónimo de éxito y movilidad social. Sin embargo, para muchos jóvenes de hoy, la universidad ha dejado de ser una aspiración, convirtiéndose más en una opción que no permite la consecución de empleo seguro, ni un proyecto de vida exitoso.

Por un lado, la universidad sigue siendo indispensable para ciertas profesiones. Es imposible imaginar a un neurocirujano, un cirujano plástico, un abogado penalista o un ingeniero civil sin el rigor académico y la formación especializada que sólo una institución de educación superior puede ofrecer. Estas carreras requieren no solo conocimientos profundos, formación permanente y actualización, sino también la validación social y legal que otorgan los títulos universitarios.

Por otro lado, para muchos sectores de la economía, la universidad se ha convertido en una carga innecesaria y costosa. Los comerciantes, programadores, diseñadores gráficos, emprendedores digitales y técnicos especializados están demostrando que es posible construir carreras exitosas y lucrativas sin un título universitario que se obtiene después de cinco años de formación. De hecho, en un mundo donde la tecnología evoluciona a pasos agigantados, las habilidades específicas y las certificaciones rápidas han ganado un valor práctico superior al que ofrecen muchos programas universitarios tradicionales. Los procesos formativos lentos (5 años), han alejado a la mayoría de los jóvenes de este tradicional modelo educativo.

Esta crisis que vive la universidad en Colombia se debe a varios factores. Primero, el costo de la educación superior en Colombia sigue siendo prohibitivo para una gran parte de la población. Incluso con las iniciativas gubernamentales de gratuidad parcial, como el programa de "Matrícula Cero", o los programas de la Universidad del Tolima que otorgan gratuidad a miles de jóvenes en Colombia. El costo indirecto de asistir a la universidad, como el transporte, los materiales, la baja flexibilidad y el tiempo invertido, siguen siendo detonantes de esta crisis.

En segundo lugar, las altas tasas de desempleo y subempleo entre los graduados universitarios han erosionado la percepción del valor de un título. Según datos recientes, muchos jóvenes con formación profesional enfrentan la frustración de aceptar empleos mal remunerados o no relacionados con su área de estudio, mientras ven a sus pares técnicos o tecnólogos ingresar rápidamente al mercado laboral con salarios competitivos. Peor aún, muchos jóvenes que optan por caminos en la informalidad e incluso en la ilegalidad, alcanzan éxitos empresariales o económicos de manera rápida, lo que desdibuja mucho más el papel de la universidad en un ámbito de formalidad educativa.    

En tercer lugar, la globalización y la digitalización han democratizado el acceso al conocimiento. Hoy en día, un estudiante puede aprender programación, analítica de datos, diseño UX o marketing digital a través de plataformas educativas gratuitas, esto con un costo mínimo y a un menor tiempo del que tomaría en una universidad. Estos cursos, aunque menos formalizados, están alineados con las demandas del mercado laboral contemporáneo, donde la adaptabilidad y la actualización constante son clave.

Ante esta reflexión, vale la pena que nos preguntemos: ¿están fracasando las universidades colombianas en su misión? Realmente lo que puede estar sucediendo es que la universidad está en un momento de evolución, enfrentando el desafío de reinventarse para adoptar otro papel en cuanto a programas formativos cortos, más eficaces y eficientes para la transformación social, la consecución de empleo y el desarrollo de los territorios. La educación superior necesita desvincularse de la rigidez académica tradicional, optando por modelos flexibles que sean adaptables a las vocaciones y pertinencias del mercado y más aún, a las aspiraciones de los jóvenes a la hora de construir un proyecto de vida. Las universidades deben modernizar sus currículos para alinearlos con las tendencias globales y las tecnologías emergentes. Carreras como ingeniería en inteligencia artificial, ciberseguridad y energías renovables deben estar encabezando la oferta educativa.

Las instituciones educativas deben priorizar la conexión con el sector productivo. Los programas de prácticas, la educación dual y Los procesos formativos directos con empresas pueden garantizar que los egresados posean las habilidades demandadas por el mercado laboral. Incluso el SENA que es la institución que más se ha adaptado a formar en pertinencia, debe entrar en este proceso de transformación, procurando articular más procesos formativos a través de ciclos propedéuticos para lograr una articulación educativa pertinente que apunte a las necesidades del mercado laboral y especialmente a la creación de empresa.

Hay que desmontar el mito de los títulos y la “doctoritis”. La educación técnica, tecnológica y los modelos de aprendizaje flexible no son opciones de segunda categoría, por el contrario, son caminos válidos y valiosos hacia el desarrollo personal y profesional.

 

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