Pasar al contenido principal
Econoticias y Eventos
Opinión
COMPARTIR
Se ha copiado el vínculo

“No lo dejaron gobernar”

Lo que nunca es prioridad del populista es real y genuinamente responder a las necesidades del “pueblo”.
Imagen
Jose Manuel Restrepo Abondano
Crédito
Suministrada
Profile picture for user José Manuel Restrepo Abondano
10 Dic 2025 - 18:09 COT por José Manuel Restrepo Abondano

El discurso populista tiene varias características. Suele victimizarse para encontrar otros responsables sobre su propia incapacidad o ineptitud, cree ser la solución a todos los problemas en una suerte de mesianismo y muchas veces con dosis de arrogancia como si antes no existiese nada, exacerba las dificultades y problemas y acude a visiones apocalípticos para darle virtud a su discurso, la mayoría de las veces “charlatán”.  Poco o nada gusta de los pesos y contrapesos y por ello intenta destruir la institucionalidad, incluidos los medios de comunicación. Claro está, a menos que las instituciones estén a su favor sin restricciones ni criterio. Y finalmente a la mejor forma de “Batman y el Guasón”, necesitan dividir la sociedad en buenos (héroes) y malos (villanos) para construir una idea de una división moral en la sociedad que contribuya a un lenguaje más emocional, simplista y donde haya culpables a quienes atacar.

Lo que nunca es prioridad del populista es real y genuinamente responder a las necesidades del “pueblo”. El pueblo es meramente un instrumento mediático para alimentar el discurso político y sostener el respaldo en las encuestas, y por ende la continuar en el poder. 

El problema aparece cuando pasa el tiempo y la ciudadanía empieza a frustrarse de tantas promesas incumplidas y de tantos compromisos adquiridos y no cumplidos. Allí es donde aparece la “guerra de las narrativas”. El populista acude al “cherry picking” que es una forma de manipulación de los hechos, intentando escoger pequeños logros o avances, así no sean el resultado de la acción del populista, para utilizarlos en medios y redes sociales, olvidándose de los problemas estructurales. Tienen esto sí que ser, hechos que despierten emoción, y de esa manera activar ese “poder popular”, que difícilmente contrasta esos pequeños hechos con los problemas de fondo o con la verdad significativa. 

Pero cuando el “cherry picking” ya no funciona, o cuando ya físicamente no hay tiempo para lograr los resultados que se prometieron y que eran obviamente inalcanzables pero que en la narrativa del prurito del “cambio por el cambio” se anunciaron, la salida es montar la narrativa que “no lo dejaron gobernar”. De nuevo aparece la narrativa de “héroes y villanos”, donde hay unos villanos de la institucionalidad, de la clase empresarial, de los medios de comunicación, de los políticos de siempre, de los que gobernaron por muchos años, de los enemigos del pueblo, o de cualquier enemigo posible. Ellos resultan ahora responsables de lo que el populista prometió y nunca cumplió, de lo que fue incapaz de lograr, de lo que nunca se ejecutó, de lo que ni siquiera buscó. 

Este modelo, flaco favor le hace a la democracia y sólo se contrarresta con liderazgos distintos. Liderazgos de consensos y no de camorra, de esperanza y no de apóstoles del miedo, de pedagogía y no de demagogia, de construcción y no de destrucción, de rigor y no de chambonadas, de soluciones y no de charlatanería, de sinceridad y no de mentiras, de unidad y no de caudillismo, de propuestas y no de discurso contra alguien, de amor y no de odio o resentimiento. 

¡Cualquier parecido a la realidad es pura coincidencia!

Tags: