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Tendencias, retos y oportunidades para la caficultura del departamento “Origen Tolima”

El café ha acompañado a la humanidad durante siglos y hoy sigue siendo uno de los productos más dinámicos del comercio internacional.
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Alejandro Rozo
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Suministrada
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5 Oct 2025 - 8:00 COT por Alejandro Rozo

No es solo una bebida energizante, sino un símbolo cultural y un motor de desarrollo económico. En Colombia, y especialmente en el Tolima, representa mucho más que una cosecha, es el sustento de miles de familias y una de las mayores promesas de especialidad en el mundo.

El consumo global continúa en ascenso, impulsado por nuevas generaciones que valoran sostenibilidad, trazabilidad y atributos de origen. A la par, emergen variedades menos conocidas como el Excelsa, cultivado en Asia y apreciado por sus perfiles frutales, que empieza a ganar espacio en los mercados y genera inquietud en países productores de arábica como Colombia. A este panorama se suma la volatilidad de la bolsa de Nueva York, que define el precio internacional de la libra y condiciona los ingresos de los caficultores. Mientras una taza de especialidad cuesta cada vez más en ciudades como París o Nueva York, los productores deben ajustarse a un mercado que rara vez reconoce sus costos reales de producción.

Colombia mantiene su prestigio como productor de café arábico suave, pero enfrenta amenazas serias. El envejecimiento de los caficultores con edad promedio superior a los 55 años y una participación juvenil inferior al 10%, la necesidad de renovar cafetales para sostener productividad, la presión del cambio climático y la competencia de países que producen a menor costo, como Brasil o Vietnam, ponen en riesgo la sostenibilidad del sector. Aun así, el país conserva una ventaja comparativa, cafés diferenciados por origen y atributos sensoriales que abren un espacio privilegiado en los mercados más exigentes.

En este escenario, el Tolima se presenta como una encrucijada de retos y oportunidades. Es el tercer productor nacional, con más de 105.000 hectáreas y 65.000 caficultores, en su mayoría pequeños, que sostienen más de 76.000 empleos directos. Su fortaleza radica en la calidad de la taza, en los últimos años los cafés del departamento han alcanzado precios récord en subastas internacionales, con micro lotes vendidos hasta en 72 dólares por libra, el mundo reconoce lo que aquí se produce.

La paradoja es que, pese a contar con cafés de talla mundial, la cadena productiva presenta grietas profundas. En las zonas sur, centro y norte, entre el 70% y el 85% del café se vende mojado, es decir, sin secar en finca, lo que reduce la capacidad de negociación de los productores y traslada el valor agregado a intermediarios. Además, la ausencia de infraestructura de secado, trilla y acondicionamiento obliga a que buena parte del café se exporte registrado en departamentos vecinos como Huila, Quindío o Caldas, invisibilizando el verdadero aporte del Tolima y restándole divisas y empleo. 
La salida está en cerrar la cadena en origen. El Tolima necesita que el café se seque, se trille y se exporte directamente desde su propio territorio. Para lograrlo se requiere instalar micro centrales, centrales de beneficio y secado en las zonas críticas, fortalecer las trilladoras y laboratorios en Ibagué generando un Hub agroindustrial, y estructurar una mesa exportadora que garantice lotes certificados que mantengan el origen en el proceso de trazabilidad. A la par, urge un plan sostenido de renovación de cafetales, ampliar la formación juvenil en espacios como la Escuela Regional del Café en el Líbano y proyectar nuevas generaciones de caficultores y emprendedores que vean en este cultivo una oportunidad de vida.

El café es una de las expresiones más visibles de la globalización, conecta campesinos en veredas apartadas con consumidores en cafeterías de Berlín o Tokio. En este escenario, Colombia y el Tolima no pueden resignarse a ser simples proveedores de grano. Deben transformarse en gestores de experiencias y marcas de origen. El Tolima tiene la calidad, la historia y la vocación; lo que falta es consolidar la infraestructura, cerrar los eslabones perdidos y dar a los jóvenes razones para ver en la caficultura un proyecto viable y próspero. Si lo logra, el departamento dejará de ser un productor invisibilizado y se convertirá en un actor global del café de especialidad, con el sello orgulloso de “Origen Tolima”.