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Gobernar bajo el caos

A Petro le fascina la confrontación; ese trillado cuento de la paz total y de la política del amor es pura retórica, caza peleas con sus opositores políticos.
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José Adrián Monroy
Crédito
Ecos del Combeima
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17 Mar 2024 - 4:13 COT por José Adrián Monroy

Mientras muchos dirigentes políticos pasados y actuales trabajan para mantener las cosas bajo control, a otros les encanta gobernar bajo al caos, tal vez en el desorden, las distracciones y la inoperancia, logran mantenerse a flote e irradiar su supuesto liderazgo. Es el caso de nuestro actual presidente, quien ya había mostrado falencias a la hora de gerenciar cuando fue alcalde de Bogotá pero que ahora, siendo la máxima cabeza del ejecutivo en el país, nos tiene en un camino desquebrajado e incierto.

A Petro le fascina la confrontación; ese trillado cuento de la paz total y de la política del amor es pura retórica, caza peleas con sus opositores políticos, con los medios de comunicación, con la Fiscalía General de la Nación, con la Rama Judicial, con la Procuraduría, con la Registraduría Nacional, con los gremios y con todo aquel que se atreva a llevarle la contraria o que pueda presentar cierto obstáculo para sus interés.

Por más que intento verle cosas positivas a este gobierno no se las encuentro, porque de los múltiples anuncios hechos en su campaña y ahora en el ejercicio de su mandato, lo único que ha podido sacar adelante son los paliativos subsidios, ya que de los grandes proyectos e iniciativas que logren reducir la enorme brecha de desigualdad y el impulso de desarrollo económico, estoy seguro, los quedará debiendo.

Es tal el grado de improvisación y de falta de una visión clara de futuro, que aun faltan 5 meses para que cumpla los dos años de gobierno y ya está hablando de las próximas elecciones, vociferando que se hace necesario un gobierno que continúe con las ideas progresistas, pues el “cambio”, no se alcanza a realizar en un solo periodo.

De hecho, en su más reciente declaración dijo que quizás era necesario recurrir a una Asamblea Nacional Constituyente para adelantar las reformas que el congreso, responsablemente, no le ha querido aprobar. De nuevo, el presidente no le cumple a sus electores y al país, toda vez que en campaña prometió jamás adelantar una constituyente, por cuanto detrás de esa figura, estaría la puerta de entrada a una futura reelección, que, si algo de memoria y sensatez les queda a los colombianos, sería algo que jamás se podría permitir.

Así las cosas, lo que está pasando es el resultado de un hombre con ínfulas de mesías y de caudillo martirizado, que desde hace rato demostró que no es su voluntad cumplir las reglas de juego, que tampoco le importa la democracia y que, al hablar de constituyente, lo hace para tapar la ineptitud generalizada de su gobierno.