Se nos va un buen presidente
Este diciembre se nos va un buen presidente. Decirlo no es solo cuestión de cortesía, es más bien un acto de justicia con él y su sector, en un país donde tantas voces se apagan ante la incertidumbre nacional. El doctor Camilo Armando Sánchez, hoy presidente del Consejo Gremial Nacional-CGN, se convirtió en luz de serenidad, firmeza y realismo económico, precisamente cuando más se le necesitaba.
Durante su presidencia Colombia vivió una paradoja muy particular. El gobierno nacional hablaba de reactivación, cuando en realidad era el sector privado quien sostenía la economía con su propio impulso, riesgo y tesón. La llamada “política económica de reactivación” nunca pasó de ser un enunciado optimista consignado en el Plan Nacional de Desarrollo y algunos Conpes, como el de reindustrialización que nunca despegó, y otros que nunca se financiaron. La realidad es que el dinamismo y la estabilidad económica provinieron de la capacidad del sector productivo nacional, de un sector real que nunca se detuvo, y que muy por el contrario, se reinventó y sostuvo para invertir y reinvertir incluso cuando la inestabilidad política y geopolítica, no ofrecían garantías para hacerlo.
En medio de esa turbulencia, Sánchez fue mucho más que vocero, un escudero de la institucionalidad. Cuando la improvisación económica rondaba, él como líder gremial, ofreció un horizonte de tranquilidad y esperanza. Mientras la polarización dominaba el debate público y privado, él ofreció tranquilidad y sensatez. Mientras las señales políticas sembraban dudas sobre la nueva inversión, él y su sector sembraban confianza inversionista.
Y no es exageración. Colombia es un país donde la economía y el sector privado resisten más por obligación histórica que por apoyo gubernamental, donde la presencia de ese liderazgo gremial maduro, evitó un daño mayor. No hubo reactivación económica por decreto, hubo reactivación por ese carácter gremial que personificó el doctor Sánchez.
Hablar de su presidencia, es hablar de un año en que los empresarios siguieron generando empleo a pesar de las circunstancias, de sus exageradas cargas laborales y del riesgo país; donde sin esperar milagros, el empresariado apostó a seguir sin miedo, así no existiera una verdadera política económica y un camino para la competitividad. Colombia avanzó, porque el sector privado no soltó el timón en plena turbulencia, porque entendió que si la economía se detenía, se detenía el desarrollo económico nacional como el bienestar social de millones de colombianos.
El presidente Sánchez demostró sin duda, que el liderazgo gremial no tiene que ser estridente o dramático para ser decisivo. Que se puede defender al país sin incendiarlo, que se puede hablar de libertad económica sin caer en el discurso del miedo, y sobre todo, que se puede construir confianza aun cuando ronde la incertidumbre.
Por eso en diciembre no todo es alegría, pues duele un poco, que se vaya un presidente que ejerció su cargo con sentimiento de país, que logró mantener la voz de los gremios como una voz equilibrada en tiempos de confrontación. Porque supo recordar que la economía no se sostiene con consignas, sino con inversión y con empresas vivas donde empleadores y empleados siguen creyendo en un futuro mejor, que gustan de una institucionalidad protectora de la estabilidad inversionista y la libertad económica.
El próximo año será electoral, y quien llegue a Casa de Nariño encontrará en el sector privado un activo invaluable, contará con un sector empresarial resiliente, fuerte y organizado, y especialmente con un legado gremial que deja huella y grandes desafíos. El país económico que entrega Camilo Sánchez, es un país que sigue produciendo, y que a pesar de todo, resiste y avanza.
Por eso, hoy más que despedirlo, corresponde agradecerle. Chao señor presidente, usted no solo cumplió, usted estuvo cuando más se le necesitó. Y por eso, sin temor a exagerar, puede decirse: se nos va un buen presidente, pero nos queda, el personaje nacional del año 2025.