Mucha agenda politiquera, poca agenda económica, productiva y de competitividad

Cada día el país amanece pendiente del siguiente trino presidencial o del escándalo de turno, y esa obsesión por la coyuntura ha vaciado de contenido del debate sobre cómo crecer, cómo atraer más inversión y cómo adaptarnos a las nuevas dinámicas en cuanto a globalización, comercio, tecnología, cambio climático y agua.
Las cifras muestran que 2025 podría ser un año de cierta estabilidad, pero no de grandes avances. El Banco de la República proyecta un crecimiento de alrededor del 2,6% o 2,7%, con una inflación moderada, sujeta a recortes en las tasas de interés que siguen siendo altas en términos reales. El país no presenta una dinámica suficiente para cerrar las brechas de empleo formal, financiar obras de infraestructura o reactivar la inversión privada, que sigue floja en vivienda y en proyectos de alto impacto.
Mientras tanto, la política acapara todo el aire. La condena al expresidente Álvaro Uribe, un hecho histórico y muy polarizante, se ha tomado la agenda pública durante días y lo seguirá haciendo en medio de apelaciones y respuestas. Respetar la independencia judicial es clave, pero convertir al país en un ring de pelea permanente izquierda – derecha, solo debilita la posibilidad de concretar una agenda de desarrollo económico por parte de los precandidatos presidenciales que están día a día al traste del humo político que genera opinión.
En el plano social, el Gobierno ha intentado cambiar el sistema de salud a como dé lugar, retomando buena parte de lo que proponía la reforma que no pasó en el Congreso. Más allá del debate legal, falta discutir lo esencial, cómo garantizar que el sistema sea financieramente sostenible, que haya buena gestión técnica y que los resultados en salud mejoren sin desordenar el flujo de recursos ni romper la confianza de hospitales y proveedores. La conversación lleva meses enfocada en esta reforma, dejando de lado el discurso sobre crecimiento económico.
El cambio climático y el desabastecimiento de agua tampoco puede seguir viéndose como un tema exclusivamente ambiental. El racionamiento de agua en Bogotá que no se veía en décadas y que a dejado pérdidas productivas afectando la imagen de la capital del país como principal centro de inversión, así mismo esta la crisis silenciosa que atraviesan la mayoría de las ciudades capitales y municipios de cabecera frente al desabastecimiento de agua, todo esto se empaña en medio del debate político. Los precandidatos a congreso y los precandidatos presidenciales están imbuidos en medio de un laberinto político y ninguno se atreve a lanzar un plan nacional serio que aumente la oferta de agua, reduzca las pérdidas en redes, premie el ahorro y gestione mejor las necesidades de agua para la industria y el campo.
En términos internacionales vale destacar que el mundo está reorganizando las cadenas de producción y abastecimiento a partir de una nueva coyuntura como lo es la desglobalización. No es que la globalización haya muerto, pero sí hay un reacomodo que favorece a los países confiables, productivos y con buena logística. América Latina podría crecer alrededor de un 2,5%, y Colombia tiene ventajas gracias a su ubicación, su gente y algunos tratados comerciales. Pero si no destrabamos los proyectos de infraestructura, no fortalecemos la seguridad jurídica y no ejecutamos bien la obra pública, otros países aprovecharán las oportunidades antes que nosotros.
El mensaje es claro, sin acuerdos económicos básicos, la política se queda en puro espectáculo. Colombia necesita menos adjetivos y más acciones concretas. La economía no va a esperar a que pase el escándalo del día, o que Giovanoti arremedando a Petro, naturalice la cosa, generando un hazme reír en el que se oculta una cruda realidad. Pocos nos damos cuenta de que esa pantomima diaria suaviza la crisis política que atraviesa el país. Mientras el ciudadano del común siente que no pasa nada, que todo es risa y burla, la realidad es que la izquierda tiene un discurso claro y un método que le permite avanzar de manera organizada.
Si los partidos políticos y los precandidates presidenciales no plantean una agenda económica clara y decidida, con cifras y metas ambiciosas, planteando que, y cuanto debemos producir, exportar y financiar, cuáles son las perspectivas para esta década de cambios globales, nos quedaremos en medio de un debate politizado e insulso que dejara como consecuencia un crecimiento mediocre, más desempleo, más subempleo y más informalidad. La polarización no puede seguir en medio de debate políticos que no ofrecen nada, mientras la agenda económica, productiva y de competitividad que es la que paga impuestos, nóminas y hace crecer al país, queda en el olvido.