Cuando un problema de salud mental se vuelve viral

Adriana Angélica Díaz Núñez es el nombre de la mujer que en las últimas semanas se ha vuelto viral en las redes sociales por grabar a diferentes personas con su celular en Bogotá, a quienes acusa de hacer parte de un complot para hacerle daño e incitarla a algo a lo que ha llamado “suicidio viral” orquestado supuestamente por su familia residente en Miami.
Los vídeos difundidos ampliamente en medios de comunicación tienen las mismas características: Adriana acusa a cualquier transeúnte, vendedor, vigilante, policía, entre otros, de estar burlándose de ella, de estarla siguiendo y de querer hacerle daño y envenenarla a través de los alimentos que ella misma compra en almacenes de cadena. Además de gritos y escándalos en vía pública y hoteles a donde pernocta a diario ya que no reside en un lugar fijo, Adriana denuncia que la están asesinando mentalmente, ya que el delirio por el que padece, la hace ver motivos de amenaza en los colores de la ropa de las personas, en los números y hasta en las nubes del firmamento y las figuras de ciertos elementos que casualmente están a su alrededor.
Aunque ella misma ha revelado en algunos de sus vídeos que su “cerebro está enfermo” y que padece de esquizofrenia paranoide, no ha recibido por parte de su familia (quienes se limitan a enviarle una mensualidad de dinero) ni de ninguna entidad de salud, el tratamiento que debe recibir una persona de sus características.
El caso de Adriana más allá de generar risa, rabia o incluso temor de no saber cómo reaccionar al encontrarse con ella, ha abierto nuevamente el debate sobre la importancia del cuidado de la salud mental y de los contenidos que se exponen a diario en las redes sociales a las que el filósofo surcoreano Byung-Chul Han llamó: el enjambre digital. Y es que lo ocurrido con esta mujer de origen huilense deberían permitirnos reflexionar sobre cómo las nuevas tecnologías han ido transformando la comunicación en internet, proporcionando interacciones superficiales y poco afectivas, y en las que las personas somos simples imágenes disponibles en la red que han perdido la esencia de la humano y la esfera de lo privado, para darle paso a una exposición pornográfica de la intimidad.
Hay un común denominador en los videos de Adriana y es que en casi todos apela a su vida anterior antes de estar enferma, y genera llamadas de auxilio constantemente a la gente que la conoció y compartió con ella en eventos sociales y a sus amigos de Facebook que en la lógica de Chul Han no son sus amigos, sino meros consumidores de su información. Sin embargo, aquello es lo que más pasa desapercibido. Lo más viral son sus gritos, sus gestos, las risas que genera, pero no, la ayuda que está clamando y que hasta el momento no se le ha brindado de manera integral, y es aquello lo que debería movilizar a la sociedad en general. Las redes sociales sí tienen la posibilidad de ayudar a cambiar el mundo, pero cuando dejamos de ser únicamente receptores de la información como pasa en este caso.
¿Ya habrá visto el alcalde Carlos Fernando Galán los videos de lo que pasa en su ciudad que incluso podrían ser un generador de violencia? ¿le habrán contado al menos? ¿Qué pasaría si alguien ya no tolera más que Adriana lo acose y saque un arma y le dispare o viceversa?
La institucionalidad debe actuar en este caso, para que esta persona que está exponiendo su problema y gritándoselo al mundo en las redes, reciba toda la ayuda que requiere. De lo contrario los millones de personas que vemos los videos de Adriana seguiremos siendo esa masa sin espíritu de la que habló Chul Han.