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¿Y mis medicamentos, qué? Una verdad que nadie quiere contar

Hay preguntas que se repiten con rabia y desespero en la calle, en la sala de espera de un hospital o en la boca de una madre que lleva días buscando un inhalador para su hijo asmático: ¿Por qué no hay medicamentos? ¿Por qué los operadores no entregan lo que por derecho me pertenece?
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Dr. Ismael Perdomo
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Suministrada
25 Mar 2025 - 17:06 COT por Ecos del Combeima

Yo no hablo desde el escritorio de un ministerio ni desde la comodidad de una oficina. Hablo desde la experiencia real: Socio el fundador de una entidad sin animo de lucro llamada Corporación EL HOSPITAL IPS, que se dedicó a la operación logística farmacéutica en Colombia, por sobre todo en el Departamento del Tolima. Y les aseguro que detrás del desabastecimiento no hay desidia, sino un sistema enfermo, sin plata ni ética.

Déjenme explicarles cómo funciona este negocio. Porque sí, aunque suene feo, esto es un negocio. Las EPS contratan operadores logísticos bajo una modalidad llamada PGP (Pago Global Prospectivo). A uno le entregan una población y le dicen: “Usted debe suministrar todos los medicamentos del plan de beneficios por solo $2.500 mensuales por usuario”. Así, sin anestesia.

Supongamos que le entregan 100.000 usuarios. El operador recibe $250 millones al mes, con los que debe garantizar todos los medicamentos en todos los municipios donde viven esos usuarios. Tiene que abrir puntos de atención, pagar personal, mantener inventario y cumplir como si esos $2.500 por cabeza bastaran para todo. Y eso suponiendo que le paguen, porque la realidad es que las EPS no giran completo ni a tiempo. El quinto día hábil se convierte en el vigésimo, y lo que llega es menos del 50%. ¿Cómo se sostiene uno así?

Entonces vienen los créditos bancarios, los préstamos extrabancarios, los intereses del 40%. Es una ruleta rusa donde siempre pierde el operador… y el paciente. Porque el operador colapsa, y cuando no colapsa, improvisa. Hay quienes aceptan esos contratos sabiendo que no se puede cumplir, y juegan a entregar insulina intermitente: un mes sí, un mes no. ¿Y el paciente diabético? A urgencias. O a una cama de UCI. O al cementerio.

Nosotros, en EL HOSPITAL IPS, decidimos no seguir ese camino. Preferimos decir “no” antes que entrar en un modelo donde la corrupción te exige comisiones para adjudicar el contrato o incluso para que te paguen lo que ya trabajaste. Porque sí, hay EPS que no sueltan un peso si no hay coima de por medio.

Y como si todo esto no fuera suficiente, hay otro monstruo más grande: el desabastecimiento global de medicamentos. Porque no, este no es solo un problema colombiano. Es mundial.

Para entenderlo hay que ir al origen: un medicamento es una molécula que puede surgir de la naturaleza o de un laboratorio. Investigarla, comprobar su eficacia, desarrollar la fórmula, hacer pruebas clínicas… cuesta millones de dólares y puede tomar más de una década. ¿Quién paga eso? Las grandes farmacéuticas, que por supuesto quieren recuperar su inversión y ganar. Y es lógico, pero peligroso. Porque si quien investiga es el mismo que vende, es probable que la molécula no cure, sino que controle, para asegurar un cliente de por vida.

En Colombia, una patente farmacéutica dura 20 años. Pero también existe una figura menos conocida: la exclusividad de datos, que impide que otros usen la información clínica por al menos 5 años más, aunque no haya patente. Es decir, la competencia tarda en llegar, y el precio sigue siendo altísimo.

Y aquí viene el choque con la realidad: los gobiernos, para proteger a la población, imponen precios máximos. Pero si el precio no es rentable para el fabricante, entonces no produce, no importa, no distribuye. Resultado: no hay medicamento. No porque no exista, sino porque no conviene venderlo.

Entonces, ¿Cuál es la salida?

Soñar con un mundo donde la investigación la lideren organismos internacionales, sin intereses comerciales. Donde las moléculas se desarrollen para curar, no para facturar. Donde producir en masa sea posible sin inflar los precios. Donde el medicamento sea un derecho, no un lujo.

Pero mientras eso llega, aquí seguimos. Con operadores arrinconados, EPS morosas, funcionarios corruptos, laboratorios selectivos y pacientes que no entienden por qué una caja de pastillas puede costarles la vida.
Hoy, más que nunca, hay que decirlo claro: el sistema de salud no está enfermo. Está intoxicado de corrupción y asfixiado por la falta de financiación. Y mientras no se atienda esa urgencia, seguiremos buscando culpables mientras se nos mueren los pacientes

Por: Ismael Perdomo