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La trampa del arroz: entre paros, promesas y abandono

El cultivo de arroz en Colombia sigue siendo insostenible, o extremadamente riesgoso si no hay una intervención estatal que subsidie el precio.
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20 Abr 2025 - 8:51 COT por Omar Julián Valdés Navarro

Hace un par de meses, varias de las principales vías del Tolima fueron bloqueadas por nuestros productores de arroz, quienes protestaban ante los bajos precios del grano, una situación que persiste y que pone en riesgo la sostenibilidad de este cultivo.

En aquel momento, respaldé sus justas demandas por condiciones más dignas y sostenibles para la producción. Pero más allá del reclamo coyuntural, consideré que era la oportunidad ideal para iniciar una transformación profunda del sector arrocero: modernizar la infraestructura industrial, aumentar la capacidad de secado y almacenamiento en manos de los propios productores, y reducir gradualmente la dependencia de las importaciones durante las épocas de escasa cosecha. Esta renovación permitiría ampliar las áreas sembradas, disminuir el riesgo de que los molinos no compren el grano, y brindar a los agricultores acceso a maquinaria y equipos que les den mayor autonomía en la cadena productiva.

Hoy, dos meses después, hago un balance de lo ocurrido y reconozco que fui quizás demasiado optimista, incluso algo iluso. Idealicé el desenlace del paro, convencido de que se abriría la puerta a una transformación real. Sin embargo, la realidad parece haber regresado al punto de partida.

El cultivo de arroz en Colombia sigue siendo insostenible, o extremadamente riesgoso si no hay una intervención estatal que subsidie el precio. Hasta el momento, no se han publicado los resultados concretos de los apoyos prometidos a pequeños y medianos productores, aquellos que buscaban equilibrar el valor del grano mediante incentivos para el almacenamiento por parte de los molinos. La intención era evitar una nueva caída en los precios, pero la falta de información oficial deja muchas dudas sobre el impacto real de esas medidas.

Con frecuencia, la salida inmediata parece la más lógica —y a veces, la única posible— en medio de una crisis. Pero estoy convencido de que no siempre lo urgente es lo más acertado. El subsidio al almacenamiento de arroz, por ejemplo, puede servir para estabilizar temporalmente el precio por bulto, pero no ataca los verdaderos problemas de fondo.

El contrabando, que tanto daño le hace a nuestros productores, no se erradicará con incentivos puntuales. Tampoco disminuirán los altos costos de los insumos agrícolas, ni se abrirán las puertas al acceso de tecnologías avanzadas. Sin un enfoque estructural, que incluya desde maquinaria especializada hasta el mejoramiento genético de las variedades que cultivamos en el Tolima, cualquier subsidio termina siendo apenas un respiro momentáneo, no una solución duradera.

No quiero que se malinterprete lo que he expresado. No se trata de afirmar que la salida al paro fue mal negociada. De hecho, no respaldo las vías de hecho y soy plenamente consciente del impacto económico que tuvo para el Tolima el cierre de las carreteras. Sin embargo, al analizar el panorama con mayor detenimiento, me reafirmo en la idea de que, si el Gobierno Nacional, las autoridades departamentales, el gremio arrocero y la academia no se articulan para revisar, corregir y fortalecer la competitividad del sector, lo que nos espera no es alentador.

Cuando se eliminen por completo los aranceles al arroz, como está previsto en el marco del TLC con Estados Unidos, el escenario será aún más difícil. Sin una estrategia sólida y conjunta, es probable que volvamos a vivir un nuevo paro arrocero, esta vez con mayor intensidad, impulsado por el descontento de los productores y la escasa rentabilidad de un cultivo que sigue en condiciones desventajosas.

Ahora bien, no todo es desalentador. Recorrer municipios como Espinal y Saldaña y ver a nuestros productores regresar al campo con entusiasmo, sembrando una vez más, es muestra viva de la resiliencia que caracteriza a nuestros campesinos e industriales. Ellos siguen apostándole al campo como motor de desarrollo, como fuente de sustento y generación de riqueza para el Tolima.
A quienes tienen en sus manos las decisiones políticas, administrativas y gremiales: no permitan que los sueños de nuestros arroceros se desvanezcan. Trabajemos unidos por el fortalecimiento de una industria esencial para nuestra región. Solo a través del compromiso colectivo podremos asegurar un futuro más justo, competitivo y esperanzador para quienes hacen del arroz no solo su oficio, sino su vida.