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Respuesta a un editorial desafortunado

Durante dos años y medio tuve el privilegio de ser el Editorialista del periódico El Nuevo Día, luego de la renuncia de Antonio Melo Salazar. Asumí esa labor como un gran reto, teniendo en cuenta los grandes zapatos que había que llenar, pero también con humildad. Siempre pensando en opinar con responsabilidad y argumentos sólidos.
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2 Jun 2019 - 8:11 COT por Ecos del Combeima

Entre 2016 y principios de 2019, fueron más de 15 editoriales en los cuales opinamos y denunciamos hasta el cansancio, el accionar del ex alcalde Luis H. Rodríguez y sus colaboradores, así como también las maniobras dilatorias de la defensa del llamado “cerebro” del desfalco, esto sin ningún tipo de interés, más que el de informar y opinar sobre la triste realidad de los Juegos Nacionales, que hoy nos tienen sin piscina olímpica, parque deportivo, entre otros escenarios. 

Por ello y más razones, no tiene sentido que el periódico El Olfato, a donde venía escribiendo hace algunas semanas, haya publicado el día de ayer en un editorial, que en mi columna titulada “Ibahuecos” y en donde hago una crítica a la situación de la malla vial de la ciudad; se catalogó a Luis H. como un gran ejecutor, máxime cuando en ninguna parte de mi escrito así se menciona. 

Haya sido el ex burgomaestre lo más delincuente que haya sido (por eso hoy está en la cárcel), no es mentira que al terminar su nefasto e infortunado mandato, las calles principales fueron pavimentadas, sin que esto necesariamente lo defina como un “gran ejecutor” como manifestó dicho medio que yo supuestamente afirmé en mi texto. Sin ninguna duda, Luis H. Rodríguez ha sido el peor alcalde que ha tenido esta ciudad, y creo que eso no está, ni debería estar en discusión.

Lo que no puede ser posible es que hacer una crítica a través de una columna, termine inmiscuyendo la línea editorial de un medio, y menos que el director del mismo, se lave las manos diciendo que nunca autorizó su publicación, pues además de que eso pareciera difícil de creer, no debería coincidir o estar de acuerdo con ella, pues no hace parte del contenido de su equipo periodístico. 

Desafortunadamente en Ibagué, aunque algunos personajes y medios se rasgaron las vestiduras con el caso de Daniel Coronell y Revista Semana, los mismos han terminado coartando la libre expresión de sus opinadores, sea por no pisar los callos de quien pauta, por simple cobardía o hasta quizás por asuntos personales. 

Hace un mes, antes de escribir para El Olfato, venía publicando mi columna en El Nuevo Día, hasta el día en que realicé algunos comentarios en la misma sobre el papel preponderante que debe seguir jugando esa casa editorial en otro ciclo con nueva gerencia, y la respuesta desde allá fue censurar esa opinión y de paso abrirle la puerta a la cancelación de mi espacio, de la misma forma que lo ha hecho el director de El Olfato con su desafortunado editorial. 

Tal y como lo hizo El Nuevo Día, hoy nuevamente un medio de la ciudad, permitió que una columna que debería ser libre y ajena a su posición oficial, se satanizara y se prestara para reconfirmar la mala interpretación, exponiendola en un editorial como errada o lejos de la realidad, motivados quizás por la avalancha de comentarios desproporcionados e insultos en redes sociales, de quienes simpatízan con la administración por la que incluso yo mismo voté, y olvidando que las opiniones expresadas en una columna no reflejan el sentir oficial de ningún medio, y desconociendo de este modo la libertad de expresión consagrada en la constitución.  

Pareciera que en Colombia, y en nuestra ciudad, opinar diferente al otro, es un pecado, delito, y algo sumamente riesgoso.

Por: Juan Manuel Díaz