Destrozando el nido
El Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si, señala con claridad que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola crisis: La socio-ambiental”.
Vivimos tiempos difíciles, en donde la madre tierra le está pasando cuenta de cobro a la humanidad por todos los desastres ambientales causados por la mala disposición de los residuos sólidos y la forma equivocada en la que los humanos se relacionan con el entorno.
Los impactos del cambio climático se han hecho presentes con crudeza en diferentes partes del mundo, con inundaciones persistentes y sequías extremas; la alarmante pérdida de integridad de la biósfera, exige no solo una transformaciónn ecológica, sino también una sustantiva transformación social y económica, en la cual cada individuo tiene la responsabilidad de tomar acciones que permitan proteger el ambiente.
En Colombia, la contaminación plástica y la deforestación han sido dos de las problemáticas ambientales principales. “El corredor de conexión entre la Amazonía, la Orinoquía y la cordillera de Los Andes se está debilitando. El Parque Nacional Tinigua pasó de perder casi 3000 hectáreas de bosque primario en 2017 a aproximadamente 12000 hectáreas en 2018”. Por otro lado, un nuevo informe de Greenpeace arrojó datos alarmantes sobre el consumo, uso, y contaminación por plásticos: cada hogar colombiano genera casi 4.5 kilos de basura al día y, cada 24 horas solo en Bogotá se eliminan casi 6.300 toneladas de residuos.
De acuerdo con el ambientalista Crawford (2017), hay aproximadamente 150 millones de toneladas de plásticos en el océano y aproximadamente 8 millones de toneladas de plásticos ingresan anualmente en él. Teniendo en cuenta estos datos, se predice que la cantidad de plástico que ingresa al océano cada año aumentará a alrededor de 16 millones de toneladas para 2030, y aproximadamente a 32 millones de toneladas para 2050, por lo cual se estima que, en términos de peso, habrá más plásticos en el océano que peces en 2050.
Pareciera que las cifras no fueran una alarma suficiente para generar cambios inmediatos en la sociedad. ¿Se piensa acaso de existe otro planeta para vivir?
La contaminación de las fuentes hídricas, la minería ilegal, la ampliación de la frontera agrícola, los incendios, la deforestación, entre otras, siguen poniendo en riesgo la fauna, la flora y con ella la vida humana.
Es necesario que la humanidad se reconcilie con la madre naturaleza, de lo contrario las siguientes generaciones no tendrán la oportunidad de conocer la biodiversidad que enriqueces a regiones como la del Tolima, departamento que se destaca en el país por sus paisajes y ecosistemas estratégicos, compuesto por la Microcuenca del rio magdalena, 655 humedales, tres parques nacionales naturales, cuatro paramos, 126 especies de mamíferos, 98 especies de anfibios, 102 de reptiles, 113 especies de peces, 792 especies de aves, 500 especies de orquídeas, guayacanes, samán , ocobos entre muchas otras especies de fauna y flora que hacen que la región tolimense ocupe el puesto 14 de biodiversidad en Colombia.
(Fuente: Cortolima).
El Tolima, necesita de comunidades amigables con el ambiente, que velen por la conservación y protección de los ecosistemas, que se comprometan a no contaminar y que se genere desde la misma sociedad civil el empoderamiento ambiental ciudadano y de esta manera se articulen acciones con las entidades públicas para que se garantice la vida de la biodiversidad y se mitigue el cambio climático.
La ciudad musical de Colombia, abriga 28.529 ocobos, que durante las dos veces al año que florecen adornan las calles y hacen que el ibaguereño se sienta orgulloso de vivir en una ciudad de colores. Y es por eso que cada ciudadano tiene la responsabilidad y el deber de cuidar las quebradas, los parques, los animales, las plantas y no permitir que se siga contaminando y generando gases efecto invernadero, que de una u otra manera también termina afectando la convivencia ciudadana.
La contaminación no se puede volver paisaje.
Es por eso, que es tan importante tomar conciencia, crear acciones y tener claridad de las normas básicas ambientales, no se puede ser indolente con la naturales y permisivo con quienes atenta contra la misma.
Lo sucedido el sábado 30 de abril en donde fueron talados arboles de mas de 70 años que vivían en el parque centenario, debe generar una profunda reflexión que permita proponer acciones ciudadanas, en donde se abra el debate y se cuestione a las entidades públicas responsables del ecocidio, pero a la vez se debe dar la oportunidad de que cada ciudadano se cuestione a si mismo sobre las acciones que hace y afectan la vida de los ecosistemas.
Para construir la región soñada, es necesario que los ciudadanos en medio de sus diferencias se reúnan a pensar en la visión compartida de futuro, en el cómo se construye un departamento sostenible que garantice la conservación y protección de los ecosistemas y la vida humana.
“Las iniciativas ecologistas pueden terminar encerradas en la misma lógica de la globalización: buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas, y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial”.