Barandas de seguridad para el puente de la vida

Las enfermedades mentales que afectan a un número mayor de personas de las que todos creemos, es sin lugar a dudas un problema de salud pública que debe ser atendido, y no solo desde el punto profesional clínico, sino también de infraestructura y de seguridad en lugares que son de fácil acceso para quienes desafortunadamente toman la fatal de decisión de acabar con sus vidas.
Lo ocurrido este fin de semana nos arruga el corazón y nos repite una tragedia similar en la que una mujer desesperada se lanzó al vacío con su hijo en los brazos. Lamentamos profundamente este triste desenlace, pero prendemos las alarmas porque nuevamente el puente sobre la variante Ibagué- Armenia, es el escenario de estas devastadoras noticias.
Con la culminación de las obras de la doble calzada, entró en funcionamiento el nuevo puente que mejora la circulación vehicular, que reduce los tiempos entre otros beneficios, sin embargo y con los más de 80 metros de altura la nueva estructura cuenta con una baranda de no más de un metro con cincuenta centímetros lo que además de ser un peligro para los peatones que atraviesan el puente, facilita que una persona que está decidida a saltar lo haga sin ningún tipo de dificultad u obstáculo.
El primer puente cuenta con barreras de un metro con ochenta y esto de alguna manera reduce la incidencia de saltos. Expertos sostienen que una persona decidida a saltar al toparse con el obstáculo puede cambiar su decisión, esto en lo personal, y en lo preventivo, da tiempo para que alguien pueda percatarse de la situación y hacer algo para impedir el salto sin retorno.
Es imperativo que la concesionaria APP-GICA encargada de ese tramo vial aplique los correctivos y adapte nuevas y mejores barandas, más altas y seguras, además de ubicar avisos, señalización y demás elementos que ayuden a reducir o evitar que personas acaben con sus vidas en ese lugar.
He leído a lo largo de este fin de semana a muchas personas opinando sobre la situación y me quedo con una interesante propuesta sobre la ubicación de un CAI de la Policía Nacional, que además de prestar atención para la prevención de casos de suicidio sería un buen punto de control debido a la alta circulación de vehículos pesados y de carga. Se debería estudiar seriamente esta posibilidad.
Por su parte la administración municipal debe continuar con los programas y políticas públicas relacionadas con la atención y tratamiento de las enfermedades mentales que son como un enemigo silencioso que ataca por la espalda y que no se reconoce o detecta fácilmente.
En la ciudad de Ibagué, según los registros realizados por parte de las autoridades de salud, el 12% de la infancia y los jóvenes están mostrando cuadros de tipo depresivo, ansioso y otras patologías que se pueden catalogar como problemas o enfermedades de salud mental. La situación económica, la pandemia, los problemas familiares y las enfermedades son los detonantes para que personas propensas o con enfermedades mentales decidan acabar con su vida.
Por ahora se deben realizar de manera urgente las obras de mitigación en el llamado puente de la vida para evitar más tragedias como la registrada el sábado anterior.