El suicidio se puede prevenir
¿Valentía, cobardía, salto del seguro emocional o locura? Esas son los primeros interrogantes que surgen cuando nos enteramos del suicidio de un niño o una niña, un adolescente, un adulto o adulto mayor. Lamentablemente ninguna de las anteriores, eso se llama DEPRESION, un mal silencioso que avanza a ritmo acelerado en el silgo xxi.
Ibagué en el contexto nacional, lidera las cifras suicidios e intentos de cometerlo con cifras alarmantes y preocupantes, que obligan a la reflexión en el seno de las familias, los plánteles educativos, las oficinas y en todos los espacios donde las personas interactúan, porque cerca de nosotros puede estar viviendo con la agonía de la depresión, la persona que menos imaginamos, pues esta enfermedad pone la máscara de la normalidad, a través de la simpatía y la alegría, pero mentiras, la procesión va por dentro.
Desde épocas muy lejanas, existió la teoría del suicido como una decisión personalísima, originada en lo más recóndito del individuo y contra la que nada se oponía, pero el transcurrir de los años, los avances científicos y tecnológicos de la medicina en muchas de sus disciplinas, le están mostrando al mundo entero, que esa decisión tiene origen en una patología única y especial que genera la depresión en el individuo.
Conforme las cifras de la Organización Mundial de la Salud –OMS-, el suicidio es un grave problema de salud pública, pero se puede prevenir. Por eso, en el plan de acción sobre salud mental 2013-2020 los Estados Miembros de la OMS y de la cual forma parte Colombia hace 60 años, se comprometieron a trabajar para alcanzar la meta mundial de reducir las tasas nacionales de suicidios en un 10% para el 2020.
¿Y cómo se previene el suicido? La OMS resalta: La restricción del acceso a los medios de suicidio (plaguicidas, armas de fuego, ciertos medicamentos, lazos o cuerdas); información responsable de los medios de comunicación; políticas orientadas a reducir el consumo nocivo de alcohol; Identificación temprana, tratamiento y atención de personas con problemas de salud mental y abuso de sustancias, dolores crónicos y trastorno emocional agudo; capacitación de personal sanitario no especializado, en la evaluación y gestión de conductas suicidas y por último el seguimiento de la atención dispensada a personas que intentaron suicidarse y prestación de apoyo comunitario.
En el Tolima deberán tener mayor vigilancia y restricciones de acceso los puentes de las variantes que ahora son las megaobras que enorgullecen a las ciudades, porque están siendo lugares de preferencia para los depresivos.
La crisis de la salud y la mala atención que reciben los colombianos a través de los negocios de las EPS, no ayudan a las políticas de prevención, porque aun teniendo profesionales en la salud capacitados e idóneos que puedan diagnosticar tempranamente la enfermedad y comenzar tratamientos asertivos, se vuelven talanqueras sus políticas empresariales y de rentabilidad, que limitan los tiempos de consulta, las órdenes de exámenes o terapias especializados y las fórmulas con los medicamentos indicados y efectivos para la enfermedad. Más huérfanos estamos frente a las políticas de prevención del gobierno local. Las líneas de atención al usuario, otro sofisma de distracción, porque cuando se presentan intentos de suicido, no logran conjurar situaciones y queda en evidencia que estas asesorías no funcionan a la hora de un evento real.
La OMS recomienda fomentar y aumentar la sensibilidad de la comunidad y superar el tabú, y eso se logra mostrando y demostrando en todos los ámbitos en los que se desenvuelve el individuo, que la depresión es un mal muy peligroso, y jamás subestimarlo, porque al igual que una enfermedad incurable, termina con la muerte, pero no de forma natural, sino provocada por un paciente, que ante los ojos de los demás está rozagante y lleno de vida.
Punto final. El centro de la ciudad se ha vuelto un caos por cuenta de la contaminación visual-auditiva y ni hablar del espacio público. ¿Quién podrá salvarnos?