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Desempleo en Ibagué, radiografía de una crisis que no cesa

Ibagué, reconocida por su cultura musical y su ubicación estratégica en el corazón del Tolima, enfrenta un problema económico que opaca su potencial, una tasa de desempleo persistentemente alta.
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Alejandro Rozo
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Suministrada
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4 Mayo 2025 - 8:27 COT por Alejandro Rozo

Según las últimas cifras del DANE, la ciudad registra una desocupación del 15,8%, superando el promedio nacional y ubicándose entre las ciudades intermedias con mayor dificultad para generar empleo formal. Esta situación afecta especialmente a jóvenes y mujeres, cuyas tasas de desempleo alcanzan niveles alarmantes, mientras que la informalidad laboral se mantiene como refugio para más del 60% de los trabajadores.

La raíz del problema parece estar en la estructura económica local, que sigue anclada en sectores tradicionales como el comercio, la agricultura, y donde su mayor proveedor de empleo son las entidades públicas; con poca diversificación hacia industrias más dinámicas. A diferencia de otras ciudades del Eje Cafetero, Ibagué no ha logrado atraer suficiente inversión privada para desarrollar manufacturas, tecnología o servicios especializados. Esto, sumado a una brecha entre la formación académica y las necesidades reales del mercado, ha creado un círculo vicioso, los profesionales jóvenes se ven obligados a migrar en busca de oportunidades, mientras las empresas locales reportan dificultades para encontrar talento calificado.

Sin embargo, hay sectores que podrían convertirse en motores de empleo. El turismo, por ejemplo, sigue siendo una asignatura pendiente, aunque Ibagué tiene todos los elementos para ser un destino gastronómico y cultural de primer nivel, faltan estrategias articuladas para posicionarla. La agroindustria es otra apuesta obvia, dada la riqueza agrícola de la región, pero requiere mayor valor agregado. Proyectos en energías renovables y economía naranja (aprovechando el capital cultural) aparecen como alternativas prometedoras, pero aún incipientes.

Las autoridades han implementado programas de capacitación y emprendimiento, pero estos esfuerzos parecen insuficientes frente a la magnitud del desafío. Empresarios consultados coinciden en que se necesitan incentivos fiscales más agresivos, mejor conectividad vial y una política clara de atracción de inversiones. Mientras tanto, las calles de Ibagué siguen llenándose de vendedores informales, sus universidades formando profesionales para exportar y sus empresas luchando por sobrevivir en un mercado laboral que no acaba de despegar. La pregunta que queda en el aire es si la ciudad encontrará el camino para convertir su potencial en empleos concretos, o si seguirá siendo un caso más de talento desperdiciado en las estadísticas del desempleo nacional.

Las cifras del DANE son frías y golpean con crudeza a Ibagué, un 15,8% de desempleo que nos ubica entre las ciudades con mayor desocupación del país, solo superados por Florencia (17,2%), Riohacha (17,7%) y el dramático caso de Quibdó (35,6%). Estas cifras no son solo números fríos, representan miles de familias ibaguereñas que ven cómo cada mes se reducen sus oportunidades mientras crece la desesperanza. Pero hay una verdad incómoda que debemos reconocer, hemos depositado toda la responsabilidad en las secretarías de desarrollo económico, cuando en realidad el problema y su solución nos competen a todos, empresarios, gremios, academia y sociedad civil.

El modelo actual ha demostrado ser obsoleto e insuficiente. Mientras seguimos esperando que las soluciones vengan únicamente de los programas gubernamentales, los sectores productivos mantienen una actitud reactiva en lugar de proactiva. Los gremios de la producción y empresarios deben dejar de ser espectadores para convertirse en arquitectos de nuevas estrategias de generación de empleo. No se trata de cargar tintas contra unos u otros, sino de reconocer que cada actor tiene una cuota de responsabilidad y, más importante aún, una capacidad única para aportar soluciones.