El agro colombiano: entre el atraso, la inseguridad y la politiquería
![Alejandro Rozo](/sites/default/files/styles/wide/public/2024-02/alejandro-rozo.jpg?itok=LuEhiE09)
Cuando he tenido la oportunidad de participar en ferias internacionales, siempre regreso orgulloso del reconocimiento de nuestra amada Colombia gracias a su extraordinaria riqueza ambiental, su incomparable biodiversidad y su pujante sector agropecuario, sin embrago, la realidad es que enfrentamos una paradoja alarmante: mientras poseemos vastas extensiones de tierras fértiles y una diversidad climática envidiable, los rendimientos agrícolas son notablemente inferiores a los de otros países. Esta situación no solo compromete la seguridad alimentaria nacional, sino que también limita nuestro potencial en los mercados internacionales.
Según datos de la FAO, los rendimientos por hectárea de cultivos esenciales en Colombia son preocupantemente bajos en comparación con otras naciones. Por ejemplo, en el cultivo de arroz, Uruguay alcanza 9,3 toneladas por hectárea, mientras que Colombia apenas llega a 4,5 toneladas. Esta disparidad implica que, para producir 100 toneladas de arroz, Uruguay utiliza 10 hectáreas, mientras que Colombia requiere 22, más del doble. Situaciones similares se observan en otros cultivos, según datos de agronegocios y del investigador Ferley Henao, estas son algunas de las comparaciones que dejan mucho que pensar:
Arroz: Uruguay rinde 9,3 toneladas/hectárea, Estados Unidos 8,6; Perú 8,1; Colombia 4,5 t/ha (La mitad). Como consecuencia, para cosechar 100 toneladas, Uruguay destina 10 hectáreas; Estados Unidos y Perú 12; Colombia 22 hectáreas (más del doble).
Café: Vietnam 2,93 t/ha; Brasil 1,77; Colombia 0,81 t/ha (tres y media veces menos que Vietnam y menos de la mitad que la media de Brasil). En consecuencia, Vietnam obtiene 100 toneladas en 34 hectáreas, Brasil en 56 y Colombia en 123 hectáreas (casi el cuádruple de Vietnam y más del doble de Brasil).
Fríjol: Turquía 2,7 t/ha; Canadá 2,6; Estados Unidos 2,3; Colombia 1,4 t/ha (la mitad). Para obtener 100 toneladas, Turquía emplea 37 hectáreas; Canadá 38; Estados Unidos 43 y Colombia 71 hectáreas (casi el doble).
Maíz: Israel 17,3 t/ha; USA 11,1; Chile 10,8; Colombia 4,1 t/ha (la cuarta parte). Para cosechar 100 toneladas, Israel utiliza 5,7 hectáreas; Estados Unidos y Chile 9 y Colombia 24 hectáreas (el cuádruple).
Papa: Estados Unidos 51,4 t/ha; N. Zelanda 50,9; Colombia 22,8 t/ha (menos de la mitad). Para obtener 100 toneladas Estados Unidos y Nueva Zelanda ocupan solo 2 hectáreas mientras Colombia dedica 4,4 hectáreas (más del doble).
Plátano: Guatemala 24,3 t/ha; República Dominicana 23,0; Colombia 9,3 t/ha (casi la tercera parte) lo cual indica que para cosechar 100 toneladas Guatemala y República Dominicana disponen unas 4 y media hectáreas mientras Colombia usa unas 11 hectáreas (el triple).
Yuca: Vietnam 20,3 t/ha; Paraguay 18,0; El Salvador 16,9; Panamá 16,8; Colombia 10,5 t/ha (menos de la mitad). El área destinada por Vietnam para cosechar 100 toneladas es de 5 hectáreas mientras Colombia emplea 10 hectáreas (El doble).
¿Por qué estamos tan rezagados? La respuesta es clara: falta de inversión en ciencia, tecnología e innovación. En 2024, el presupuesto del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación sufrió un recorte del 17,9%, quedando en apenas el 0,02% del PIB. Es un monto irrisorio si realmente queremos transformar el agro colombiano. Y lo peor es que los pocos recursos que se asignan no están cumpliendo su cometido. Muchos departamentos siguen estancados, y los fondos destinados a la productividad parecen perderse en trámites burocráticos o, peor aún, en intereses políticos. Muchos de estos recursos se los ha llevado el viento o se han ido por el caño de la corrupción.
El gobierno y las entidades responsables no pueden seguir ignorando esta crisis. Es urgente invertir en innovación agrícola, mejorar la transferencia de tecnología y capacitar a nuestros productores. Países como Israel han logrado convertir terrenos áridos en potencias agrícolas gracias a la ciencia y la tecnología. ¿Por qué Colombia, con su riqueza natural, sigue quedándose atrás?
Para mejorar la productividad agropecuaria y garantizar la seguridad alimentaria en Colombia, es clave adoptar nuevas dinámicas de corto y mediano plazo.
En el corto plazo, se debe reorientar el presupuesto de CTeI para priorizar la inversión en tecnología agrícola con mayor control, impulsar la innovación en cultivos de bajo rendimiento, fortalecer la asistencia técnica, optimizar los recursos del SGR, incentivar la innovación agropecuaria y fomentar la agricultura de precisión con tecnologías emergentes como la IA.
En el mediano plazo, es fundamental implementar una Política Nacional de Innovación Agropecuaria, fortalecer la educación rural con institutos especializados en biotecnología y digitalización agrícola, y diversificar la producción para reducir importaciones mediante cultivos más rentables y sostenibles.
Finalmente, la creación de clústeres agro-tecnológicos que permitirán expandir las exportaciones agrícolas de los actuales U$49.5 Mil millones de dólares a U$100 Mil millones de dólares, revirtiendo la tendencia decreciente.
Personalmente estoy plenamente convencido de los modelos CUEE (Comité, Universidad, Estado, empresa) modelos que permiten que la cuádruple hélice sea la fórmula ideal para el desarrollo territorial. Hoy Antioquia es el primer departamento exportador de Colombia contando con nueve (9) CUEEs subregionales, un éxito total para tomar como ejemplo.
No podemos conformarnos con ser un país agropecuario en riesgo de inseguridad alimentaria. Necesitamos que los recursos se asignen y ejecuten correctamente, que se fomente la investigación y que se impulse el desarrollo rural con estrategias serias. La seguridad alimentaria y la competitividad del país dependen de ello. Es hora de que el gobierno deje de darle la espalda al campo y actúe con visión de futuro.