Dolor de patria
Siento dolor de patria al ver como la sociedad colombiana es individualista, contradictoria, incoherente e inclusive egoísta. Es válido pensar diferente pero no ser indiferente. Me duele escuchar juicios ligeros sobre lo que Colombia vive desde el pasado 28 de abril. Se critica el actuar de un pueblo cansado y agotado al no encontrar oportunidades, no tener empleo, vivir con una sola comida diaria, carecer de servicios de salud, no contar con vivienda, con un sistema financiero usurero, además vivir en medio de la inequidad y la corrupción sin que nadie diga y haga nada, el 42.5% de la población colombiana que corresponde a 21 millones de personas hoy se ubican entre la pobreza y la pobreza extrema.
Ahora si se escuchan a congresistas pedirle al gobierno central que atienda a los diferentes líderes del paro: a los sindicalistas, a los transportadores, a los campesinos, a los estudiantes, a los jóvenes, a los pequeños y medianos empresarios, es decir a todos, con el fin de encontrar un camino que permita volver a la normalidad. Pregunto: ¿acaso ellos no fueron elegidos precisamente para legislar? ¿por qué esperaron que el pueblo se manifestara? Ahora aparecen como los grandes conciliadores cuando tuvieron la oportunidad de legislar y presentar planes y proyectos que enrutaran al país por el camino del desarrollo y progreso. Siento que están preocupados dado que temen que en las próximas elecciones los colombianos pasemos la factura.
Qué daño nos hace actuar con mentalidad reactiva, que bueno que tuviéramos la capacidad de anticiparnos a los hechos, es decir, mentalidad proactiva, acompañada de un espíritu de trabajo en equipo, con fuertes lazos de solidaridad, trabajando por propósitos y objetivos generales y no grupistas, donde la equidad sea el común denominador del hacer institucional.
Me incomoda escuchar igualmente a quienes venían criticando el gobierno por su mala gestión, y hoy califican de vándalos a quienes tienen el valor de protestar. Creo que hay que saber diferenciar entre quienes ven en la protesta la única forma para ser escuchados, de quienes aprovechan la protesta para generar desordenes, desmanes a tal punto que su objetivo es el caos, quizás atendiendo directrices ideológicas de quienes no son capaces de discutir de frente, con ideas y argumentos, lo hacen en forma camuflada y estratégica para luego aparecer como la gran opción de cambio y salvación.
Entiendo lo doloroso y triste que debe ser para un empresario ver como unos vándalos en menos de cinco minutos acaban con el esfuerzo de muchos años, el mismo dolor siento cuando acaban con la infraestructura de la ciudad, eso no se debe hacer, mi rechazo total. Pero también creo que el gobierno y las autoridades policiales y militares han sido inferiores al actuar vandálico de unos pocos, dado que cuentan con grupos de inteligencia que les permite identificar a quienes son los líderes de ese mal actuar. Ello seguramente les hubiese evitado confrontar con quienes pacíficamente hacen uso del derecho que les asiste y que está consagrado en la constitución nacional como es el derecho a la protesta social.
Lo que no se puede ocultar son los motivos que tiene el pueblo colombiano para estar protestando, los cuales relacione al inicio de esta columna, a ello se le suma los estragos de una pandemia que nos golpea a todos. Pero por encima de ello, el actuar de un gobierno indolente que en aras de cumplir compromisos exógenos propone una reforma tributaria que buscaba golpear de nuevo la clase trabajadora, hecho que fue la gota que reboso la copa.
Tampoco entiendo como un presidente de la República después de ganar la confianza de unos electores que lo llevan al cargo más importante del país, primero no cumple lo que con tanta vehemencia prometió en campaña, y segundo, gobierna para unos pocos cuando fueron muchos los que lo eligieron. Que hay detrás de todo esto.