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El centralismo económico en Colombia y relación disfuncional centro – periferia

El país no se puede seguir leyendo desde Bogotá donde, como en un “hoyo negro” , se concentran el poder y la inversión gracias a una potente “fuerza centrípeta".
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Alejandro Rozo
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16 Jun 2024 - 8:27 COT por Alejandro Rozo

Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo a causa de inmensas disfuncionalidades en el territorio. Lastimosamente, el país siempre ha sido centralizado en Bogotá donde el poder del Estado y los círculos económicos de poder se conjugan para conformar esa superestructura jurídico-política y económica que domina el país.

El centralismo político-administrativo hace que Colombia presente un pésimo modelo de Estado, un modelo del siglo XVII subdesarrollado y obsoleto, ratificado e implantado por los centralistas conservadores en la Constitución de 1886 que ha ampliado la desigualdad y las brechas en cuanto a pobreza y necesidades básicas en la periferia.

Para corroborar esta teoría, observemos el comportamiento de la economía en el triángulo de oro del país conformado por Bogotá-Cundinamarca (31,3% del PIB donde solo Bogotá contribuye con  el 25%); Medellín-Antioquia ( 14,7% del PIB); Cali-Valle ( 9,7% del PIB ) y sumemos  a Bucaramanga-Santander que aportan el 6,4% y Barranquilla-Atlántico con el 4,5% del PIB, para un bloque de cinco ciudades y cuatro departamentos. En sumatoria, estos territorios concentran el 67% del PIB nacional, más del 80% de la industria y los empleos mejor remunerados gracias a la fortaleza de los tejidos empresariales. Asimismo, se concentra la atracción de inversión o llegada de grandes empresas multinacionales contando además con la mayor aglomeración poblacional que genera el grueso de los impuestos nacionales como el IVA y el impuesto a la renta, entre otros.

Mientras esto sucede en este poderoso bloque político-económico, 27 departamentos apenas asoman la cabeza en términos de desarrollo. En estos territorios periféricos se concentra el 33% del PIB sobresaliendo Bolívar con un 3,6%, Boyacá con un 2,7% y Cesar y Tolima, ambos con un aporte del 2,1% al PIB nacional.

El país no se puede seguir leyendo desde Bogotá donde, como en un  “hoyo negro” , se concentran el poder y la inversión gracias a una potente “fuerza centrípeta” auspiciada además por la recentralización que vive el país. Todos, absolutamente todos los presidentes han hablado en campaña sobre la necesidad de descentralizar el país, pero una vez están sentados en el trono y observan que el grueso de los tributos está en manos del gobierno nacional, cualquier idea de descentralización queda en el aire. Para la muestra un botón: miremos lo que viene pasando y va a pasar con el Artículo 28 del Plan Nacional de Desarrollo en el que se habla sobre las Regionales Autonómicas en Colombia seguramente tratando de reinventar lo que ya está inventado en la Constitución Política de 1991: Art. 6 sobre las Regiones Administrativas de Planeación RAP, la Ley 1454 LOOT y en la Ley 1962 y sus decretos reglamentarios. En este país, a diferencia de España, Francia y Alemania, seguimos buscando la autonomía territorial en el lugar equivocado. Ha sido tan corta la voluntad del gobierno nacional en apoyar los procesos de descentralización, que los artículos 41 y 44 del Plan Nacional de Desarrollo quedaron enmarcados en el papel sin mayor relevancia y pasarán sin pena ni gloria. Al parecer todo seguirá igual: “recentralización en marcha”. Así como vamos en este país se seguirán concentrando el poder político, las grandes inversiones nacionales, la industria y los círculos económicos de poder en el mismo triángulo de oro. Mientras tanto, la periferia en medio de la pobreza: más de 970 municipios en 6ta categoría, pobres y a la deriva y poblaciones rurales dispersas aún postradas en el siglo XX.

Mientras Colombia no sea un país de regiones como la Caribe, la Pacífica, el Eje Cafetero, la Orinoquía o los Santanderes y puedan gozar de autonomía presupuestal y financiera a partir de competencias para desarrollar y ejecutar Planes Estratégicos Regionales de mediano y largo plazo recibiendo presupuesto nacional debidamente distribuido y regionalizado, difícilmente veremos cambios en cuanto a equidad y desarrollo económico territorial. Está plenamente demostrado que el Estado central con sus ministerios es un pésimo ejecutor del Presupuesto Nacional. Los planes de desarrollo nacionales siempre se han quedado cortos frente a las necesidades de la periferia.

Adelante con los procesos de integración regional para que las “Regiones Administrativas de Planificación RAP” de hoy se conviertan en “Regiones Entidad Territorial RET” como lo establece el Art. 307 de la Constitución Nacional. Esperemos que los artículos 28, 41 y 44 del Plan Nacional de Desarrollo no se queden en el papel.