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Alerta Ibagué, todos unidos en pie de lucha por la seguridad y el orden

La delincuencia común, los microtraficantes, los jíbaros y los fleteros se han convertido en una constante diaria.
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Alejandro Rozo
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9 Jun 2024 - 7:19 COT por Alejandro Rozo

En los últimos meses, las noticias sobre inseguridad, robos y asesinatos han aumentado notablemente reflejando una preocupante realidad. La delincuencia común, los microtraficantes, los jíbaros y los fleteros se han convertido en una constante diaria. Los sicariatos evidencian el conflicto que ocurre en un submundo donde bandas o grupos organizados se enfrentan, ajustando cuentas en su afán de controlar el tráfico y microtráfico de estupefacientes.

Si se analiza la situación desde un enfoque criminológico, tenemos que la criminología es la ciencia humana que tiene como objetivo el estudio del delincuente, el delito, las motivaciones, las conductas desviadas, el entorno social, la víctima y otros factores. Todo esto con el fin de entender al criminal y las causas que lo han llevado a cometer el delito.

¿En qué radica el problema y cuál es el entorno socioeconómico de la delincuencia? No debemos cometer el error de buscar el ahogado río arriba. El problema radica en situaciones mucho más complejas. Pretender aplicar mano dura con una política criminal obsoleta cuando el país se encuentra en una severa crisis económica es ineficaz. Además del aumento del desempleo, causado por la desaceleración económica y el bajo crecimiento del PIB, las disidencias y grupos delincuenciales están más empoderados que nunca. Ibagué también sufre las consecuencias de los desaciertos en materia de seguridad y convivencia por parte del gobierno nacional.

Una masa poblacional de jóvenes que han crecido sin oportunidades de formación y empleo debido a un histórico desempleo estructural se encuentra vulnerable, muchos de ellos se ven atraídos a engrosar las filas de la delincuencia en todas sus manifestaciones. Algunos lograron salir del territorio hacia otras ciudades o fuera del país en búsqueda de oportunidades, pero aquellos que denominábamos "NINI" (ni estudian ni trabajan) han crecido en un mundo complejo donde la supervivencia es la principal meta. Para ellos todo vale, como dice la maquiavélica frase: “El fin justifica los medios”. Con tal de sobrevivir y tener dinero en el bolsillo, muchos jóvenes e incluso adolescentes están dispuestos a hacer lo que sea necesario.

No esperemos que una economía estancada debido a la actual coyuntura de gobierno traiga bienestar social y paz. En el pueblo hay hambre, más hambre que nunca y necesidades inmediatas. Tenemos una enorme población sin formación académica y con deficientes vocaciones ocupacionales buscando oportunidades que no son fáciles de suplir desde el Estado y mucho menos desde la debilidad del tejido empresarial que no tiene capacidad de absorber semejante demanda de empleo. La construcción, que era uno de los principales sectores generadores de empleo, ha decrecido a tal punto que miles de colombianos quedaron desempleados y a la deriva debido a la desaceleración de este sector.

Las soluciones enfocadas en aumentar el pie de fuerza y la seguridad ciudadana deben ser muy bien estudiadas. Muchos no roban solo por robar, quizás algunos lo hacen por la adicción a las drogas. Ningún delito será justificable en absoluto, pero al ver a la familia con hambre en un desierto sin oportunidades, no cabe la menor duda de que se generará un aumento en los índices de criminalidad.

Por más concursos heterogéneos de delitos que tipifiquen las autoridades y el poder judicial, existen causas socioeconómicas de base que deben ser estudiadas, atendidas y complementadas de manera integral con programas de reactivación económica en los entornos sociales con mayores índices de vulnerabilidad. Es necesario hacer una verdadera reingeniería del Estado desde los territorios. El esfuerzo debe ser total, de lo contrario, no habrá forma de controlar ese círculo vicioso de inseguridad que amenaza la convivencia social.