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Trump y el nuevo tablero económico mundial: ¿estrategia comercial o bomba de tiempo global?

Las decisiones de Trump marcan un giro ideológico significativo. No solo contradicen los postulados neoliberales que EE. UU. promovió por décadas, sino que también debilitan el sistema multilateral de comercio que tantas veces defendió.
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Alejandro Rozo
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6 Abr 2025 - 9:13 COT por Alejandro Rozo

En abril de 2025, el presidente Donald Trump sorprendió nuevamente al mundo al anunciar un amplio paquete de aranceles que afecta a productos chinos y a múltiples economías exportadoras de Asia, Europa y América Latina. Con ello, el líder estadounidense reabre un ciclo de proteccionismo comercial que pone en aprietos la economía global y genera profundas tensiones geopolíticas. Esta decisión evidencia una política internacional cambiante que desafía las teorías tradicionales con las que intentamos entender el comercio mundial.

En el marco de la teoría del realismo político, se esperaría que un país como Estados Unidos de una manera más racional para preservar su poder y liderazgo global. Desde la teoría de la dependencia, se anticiparía una estrategia para mantener su influencia sobre las economías periféricas como la nuestra. Desde el neoliberalismo, se promovería la apertura de mercados, la eliminación de barreras y la libre competencia. Sin embargo, las decisiones de Trump parecen no responder a ninguna de estas corrientes. Su política comercial se basa en impulsos nacionalistas, desconectados de una estrategia estructurada, lo que deja a sus socios y al propio sistema económico mundial en un estado de creciente incertidumbre.

Las medidas arancelarias que se justifican con argumentos como “la defensa del empleo estadounidense” o “la lucha contra prácticas comerciales injustas”, tiene un alcance mucho más profundo. Su objetivo real parece ser frenar el ascenso de China como potencia global, limitar su expansión tecnológica y contener su influencia en sectores estratégicos como los autos eléctricos, las energías limpias y la inteligencia artificial. Sin embargo, el golpe no recae solo sobre China. Países como Vietnam, Corea del Sur, Taiwán, India y otros exportadores asiáticos también resultan afectados. El daño se extiende a proveedores de Europa y, en menor medida, a América Latina.

El trasfondo de esta política tiene efectos inmediatos en las cadenas globales de suministro en una economía internacional profundamente interdependiente, el encarecimiento de productos intermedios y manufacturados se traslada rápidamente al consumidor final, alimentando la inflación y ralentizando el comercio. Lejos de fortalecer su economía, EE. UU. podría estar sembrando la semilla de una recesión global que, paradójicamente, también afectaría a su industria nacional.

Para América Latina, la situación representa una mezcla de amenazas y oportunidades. Por un lado, varios países de la región pueden verse perjudicados si exportan productos que hacen parte de cadenas globales afectadas por los nuevos aranceles. Por otro, algunos podrían beneficiarse de la relocalización de empresas que buscan mercados más estables para establecer sus operaciones (nearshoring). Sin embargo, esto último requiere condiciones institucionales y logísticas que no todos los países pueden ofrecer de inmediato. Seguramente China apretará su acelerador económico mundial a partir de estrategias offshoring, procurando relocalizar inversiones en Europa y América Latina.

En el caso de Colombia, el impacto es especialmente sensible si se analiza desde su principal producto de exportación agrícola: el café. Aunque el grano tendría un arancel del 10%, los consumidores finales se verán afectados. Un mercado global más costoso y menos dinámico puede reducir el volumen de compras de los grandes importadores. Además, si aumentan los precios de insumos como fertilizantes, empaques o transporte, el café colombiano perderá competitividad frente a competidores como Brasil o Vietnam, que cuentan con economías de escala más amplias.

Según lo expuesto por Javier Díaz de Analdex, la coyuntura global coincide con una caída sostenida en los precios internacionales del café, sobreoferta en el mercado y márgenes reducidos para los pequeños y medianos productores. El nuevo proteccionismo de Trump podría agravar esta situación al contraer la demanda o alterar las rutas de distribución hacia Estados Unidos, principal destino del café colombiano.

Frente a este panorama, Colombia tiene dos caminos: resistir pasivamente los efectos externos o reaccionar estratégicamente. El país debe fortalecer su diplomacia económica, buscar nuevos acuerdos comerciales y, sobre todo, apostar por la diversificación de su oferta exportadora. El café debe ser revalorizado no solo como materia prima, sino como producto transformado, diferenciado y con valor agregado, aprovechando plataformas digitales, mercados especializados y las tendencias globales de consumo sostenible.

Las decisiones de Trump marcan un giro ideológico significativo. No solo contradicen los postulados neoliberales que EE. UU. promovió por décadas, sino que también debilitan el sistema multilateral de comercio que tantas veces defendió. Lo paradójico es que, en lugar de proyectar poder, el cierre del mercado estadounidense transmite una señal de vulnerabilidad. El mensaje es claro: en lugar de competir con reglas claras, se opta por levantar barreras.

Para Colombia, entender este nuevo tablero geoeconómico es vital. No basta con producir; hay que saber en qué contexto se produce, hacia dónde se exporta y cómo se compite. El mundo se está reconfigurando, y los países que logren adaptarse con rapidez y visión estratégica serán los que marquen la pauta en los próximos años.