El 10% que reta al Tolima: desafío y oportunidad en la era Trump

Lo que para muchos era un obstáculo menor, ahora exige una transformación radical: dejar de ser simples exportadores de extractos y convertirse en líderes globales a través de la innovación y la reconversión tecnológica. En el Tolima, donde el café es el alma de la región, cada grano tiene el potencial de contar una historia de modernidad, calidad y competitividad internacional.
En el corazón de la zona cafetera, el Tolima cuenta con 116.114 hectáreas dedicadas al cultivo del café, de un total de 884.141 hectáreas aptas para este cultivo. Este sector, que aglutina a cerca de 61.955 familias en 71.878 fincas, posiciona al departamento como el tercer productor nacional, aportando un 12% de la producción de café en Colombia. Municipios como Planadas, Ataco y Líbano lideran esta pujante actividad; Planadas, por ejemplo, alcanzó en 2017 una producción de 13.700 toneladas y hoy es reconocido mundialmente por sus cafés especiales, merecedor de premios como “La taza de la excelencia” en 2008.
El impacto del arancel se hace notar en las exportaciones. Tolima, que en 2021 exportó US$60 millones en bienes no mineros, registró un crecimiento hasta US$98 millones en el 2022, lo que equivale a un aumento del 62,4% . Aún más revelador es el desempeño de los extractos, esencias y concentrados de café, que representan el 71% de las exportaciones tolimenses y crecieron un 95,3% en el mismo periodo.
Aunque a primera vista un arancel del 10% podría parecer perjudicial para el sector cafetero, en el competitivo mercado internacional esta medida puede funcionar como un igualador de oportunidades, nivelando el campo de juego y permitiendo que la excelencia de nuestros productos se destaque frente a competidores con aranceles mucho más elevados. Mientras que Vietnam, reconocido como el mayor exportador de café del mundo, enfrenta aranceles de hasta el 46%, lo que incrementa significativamente sus costos y limita su competitividad, los productores tolimenses se benefician de una tarifa uniforme y moderada. Esta situación reduce la presión competitiva al proteger a nuestros caficultores de una competencia desproporcionada, al mismo tiempo que abre la posibilidad de resaltar la calidad superior y la tradición de sus cafés en mercados exigentes, consolidando así una reputación que puede impulsar el crecimiento sostenible del sector en el ámbito internacional.
Este escenario plantea un arma de doble filo: por un lado, existe el riesgo de que el aumento de costos afecte los márgenes de ganancia de las familias cafeteras; por otro, se crea una oportunidad para que el Tolima se consolide en el mercado estadounidense que valora cada vez más la calidad y el origen de sus productos.
Ante este panorama, resulta imperativo que el sector cafetalero tolimense deje de limitarse a la exportación de extractos y se reinvente a través de una profunda reconversión tecnológica. Es el momento de forjar un clúster tecnológico que impulse la transformación de la materia prima, permitiendo no solo diversificar la oferta de productos, sino también agregar valor a cada grano. Esta reconversión implica modernizar procesos, incorporar tecnologías de punta en la transformación, optimizar la trazabilidad y calidad del café, y fomentar la investigación y el desarrollo de productos innovadores que compitan en mercados internacionales.
La convergencia de tradición y modernidad puede transformar al Tolima en un referente global de café de alta calidad y valor agregado en medio del nuevo orden internacional impuesto por Trump. Este proceso de reconversión tecnológica no solo impulsará la competitividad y la generación de empleo, sino que también sentará las bases para un desarrollo sostenible que beneficie a las familias y a la economía regional. Frente a los desafíos del arancel, el Tolima tiene la oportunidad de reinventarse y mostrar al mundo que la innovación y la tradición pueden caminar de la mano para forjar un futuro más próspero.
Por: Nicolas Álvarez Bernal