Donald Trump: liderazgo conservador en un mundo polarizado
Donald Trump ha sido, sin lugar a dudas, una figura que ha dejado una marca profunda en la política contemporánea. Desde su primer mandato, entre 2017 y 2021, hasta su reciente retorno al poder como el 47.º presidente de los Estados Unidos en enero de 2025, su liderazgo ha polarizado tanto a sus ciudadanos como al resto del mundo. Su estilo directo y su visión clara de priorizar los intereses nacionales por encima de los compromisos globales han captado la atención de millones, mientras ha generado inquietudes en otros sectores que cuestionan sus métodos y decisiones. Como médico y ciudadano observador del panorama político internacional, no puedo evitar reflexionar sobre lo que representa Trump para Estados Unidos, para el mundo y, en particular, para países como Colombia, que han tenido una relación histórica con la potencia norteamericana.
Durante su primer mandato, Trump lideró una agenda nacionalista basada en el lema “America First”. Bajo esta premisa, el país experimentó un crecimiento económico sólido hasta el 2019, con una tasa de desempleo históricamente baja del 3.5 % y un incremento en los ingresos familiares promedio que alcanzaron los 68,700 dólares anuales. Para los ciudadanos y residentes legales, esto representó una época de estabilidad económica, un impulso a la producción interna y un enfoque en políticas fiscales que redujeron los impuestos y atrajeron inversiones. Sin embargo, para los inmigrantes indocumentados, el panorama fue diferente. Su política de “Tolerancia Cero” en la frontera sur, que incluyó la separación de familias, y sus esfuerzos por restringir la migración irregular generaron profundas divisiones sociales y críticas internacionales. Aunque personalmente defiendo procesos migratorios controlados que protejan la estabilidad de las naciones, considero que las medidas deben estar acompañadas de un enfoque humanitario que no descuide la dignidad de las personas.
En el plano internacional, Trump redefinió el papel de Estados Unidos en el mundo. Su administración adoptó una postura transaccional, demandando mayores aportes de aliados estratégicos y enfrentándose con firmeza a China en una guerra comercial destinada a proteger la industria estadounidense. No obstante, este enfoque también trajo consigo el deterioro de algunas relaciones clave y la retirada de acuerdos multilaterales como el Acuerdo de París, que minaron la percepción de Estados Unidos como un líder comprometido con la cooperación global. Respecto a Colombia, su relación fue ambivalente. Aunque apoyó los esfuerzos antinarcóticos, también criticó con dureza al gobierno colombiano por el aumento de los cultivos ilícitos, tensando una relación que históricamente ha sido de mutuo beneficio.
Tras la salida de Trump en 2021, el panorama ideológico y político tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo comenzó a transformarse. La presidencia de Joe Biden intentó revertir muchas de las políticas de su predecesor, promoviendo una agenda progresista enfocada en la equidad de género, el cambio climático y la integración multilateral. En Colombia, el ascenso de Gustavo Petro en 2022 marcó un giro radical hacia la izquierda, con un enfoque en la paz total, la transición energética y reformas sociales que contrastan profundamente con los valores conservadores que defiendo. Mientras tanto, en América Latina se vivió un resurgimiento de gobiernos progresistas, como el de Gabriel Boric en Chile y Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, mientras que Europa y Asia continuaron enfrentando retos geopolíticos con el avance de China y la persistencia de movimientos populistas.
Con el regreso de Trump al poder en 2025, el escenario global vuelve a ajustarse. Desde su primer día en la Casa Blanca, el presidente dejó claro que retomará la agenda que marcó su primer mandato. Entre sus primeras órdenes ejecutivas destacan la declaración de emergencia en la frontera sur para intensificar las medidas de control migratorio, la salida del Acuerdo de París con el objetivo de proteger la industria energética nacional y la designación de cárteles como organizaciones terroristas. Estas acciones generan tanto esperanza como inquietud. Por un lado, representan un compromiso renovado con la seguridad y el bienestar de los ciudadanos estadounidenses. Por otro, suscitan temores sobre las tensiones que podrían surgir con los aliados internacionales y el impacto en las relaciones diplomáticas.
En este contexto, no puedo dejar de pensar en cómo estas decisiones afectarán la relación entre Estados Unidos y Colombia. Con Petro en el poder, las tensiones ideológicas parecen inevitables. Mientras Trump prioriza una lucha frontal contra el narcotráfico y un enfoque proteccionista, Petro busca diversificar las relaciones internacionales y avanzar en una agenda progresista que podría chocar con las expectativas del mandatario estadounidense. Un deterioro significativo en la relación bilateral podría impactar gravemente a Colombia, especialmente en términos de cooperación en seguridad, comercio e inversiones. Aun así, también hay un potencial para el diálogo si ambos líderes logran encontrar un terreno común en temas como la lucha contra el crimen organizado y el desarrollo económico.
Si en las próximas elecciones colombianas la derecha logra retomar el poder, el escenario podría cambiar drásticamente. Un gobierno alineado ideológicamente con Trump facilitaría una relación más fluida, centrada en intereses comunes como la seguridad y el comercio. Sin embargo, incluso en este caso, será necesario mantener un enfoque pragmático que permita aprovechar las oportunidades sin descuidar los desafíos internos.
Desde mi posición, considero que el liderazgo de Trump ofrece tanto retos como oportunidades. Su énfasis en valores tradicionales, seguridad nacional y prosperidad económica resuena con mi perspectiva conservadora. Sin embargo, es fundamental que este enfoque esté acompañado de una estrategia diplomática que permita mantener la estabilidad global y fortalecer las alianzas estratégicas, particularmente con países como Colombia. En un mundo cada vez más polarizado, el equilibrio entre principios y pragmatismo será la clave para enfrentar los desafíos que se avecinan. Y aunque no tengo derecho al voto en Estados Unidos, tengo la convicción de que las políticas de Trump son una apuesta necesaria para restaurar el orden y la prosperidad que nuestras naciones tanto necesitan.
Por Ismael Perdomo, Médico Cirujano con Especialización en Epidemiología y Pediatría