Sobre la aspiración política de Vicky Dávila
Durante años hemos visto a Vicky Dávila en los medios de comunicación en Colombia. Como corresponsal de noticias en el Caguán en los tiempos de la zona de despeje, como presentadora de noticieros de radio y televisión y secciones como la “cosa política”, y posteriormente como Directora de la revista Semana, que luego de la compra del Grupo Gilinsky en enero del 2019, pasó de ser el medio más respetado y prestigioso en materia de investigación y opinión en Colombia, a ser el portavoz de la ultraderecha colombiana, pues destacados columnistas como Daniel Coronell, Héctor Abad Faciolince, Alfredo Rangel, Daniel Samper Ospina, entre otros, fueron reemplazados por Salud Hernández Mora, el ex vicepresidente Pacho Santos, y Jorge Barón Jr., hijo menor del emblemático presentador ibaguereño, entre otros.
Semana a cargo de Vicky Dávila y con la llegada del presidente Petro al poder, enfiló baterías en contra de su gobierno e incluso perdió el norte de lo que tiene que ser un medio de comunicación: el contrapoder, pero con argumentos válidos, no con falacias disfrazadas de argumentos como ocurrió constantemente en Semana. Las posturas de los nuevos columnistas en su mayoría fueron de una clara tendencia de derecha y casi idénticas, tan idénticas como las posturas de los concejales ibaguereños que participaron en estos días en un “debate” organizado por la Alcaldía de Ibagué para defender la aprobación del empréstito aprobado recientemente por el cabildo, y en donde no hubo diversidad de criterios o argumentos más allá de defender la postura de la administración municipal. En pocas palabras Semana dejó de ser un medio de comunicación para convertirse en aparato difusor de las ideas de una candidata, que negó todo el tiempo querer aspirar a la política, hasta el pasado sábado cuando la Vicky Dávila-directora de Semana puso en la portada de la revista a la Vicky Dávila-precandidata con el lanzamiento de su campaña, en una última jugada poco ética y que nada tiene que ver con los principios deontológicos del periodismo.
Sobre la Vicky Dávila-precandidata que hoy se lanza a la palestra de la política no hay mucho que decir. Más allá de su vínculo matrimonial con José Amiro Gnneco, integrante de uno de los clanes políticos más influyentes en la costa colombiana y a cuyos miembros relacionan con la consolidación de grupos paramilitares en el César. De hecho, el suegro de Vicky fue condenado y pagó casa por cárcel por actos de corrupción. La Vicky Dávila-precandidata es una mujer sagaz, con inteligencia en el discurso y en la palabra, pero más allá de criticar a la izquierda y a Petro, y a defender los postulados del uribismo, no se le ven unas banderas claras en caso de una eventual candidatura suya a la Presidencia, más allá de venderse como la candidata diferente. De hecho, ya empezó su campaña haciendo lo mismo que hacen todos los políticos tradicionales: atacar a sus “colegas” en este caso a Paloma Valencia, a quien seguramente ve como su rival más fuerte para quedarse con el apoyo del expresidente Uribe en una eventual contienda presidencial.
Talvez este país si necesite un outsider de la política. Que nos enseñe a que se puede gobernar siendo ajeno a las viejas mañas políticas. Estados Unidos lo tuvo con Ronald Reagan, y recientemente volvió a elegir a Donald Trump como presidente. El problema con Vicky es que tras su candidatura no solo está el cuestionado y polémico clan político de la familia de su esposo, sino también el todopoderoso grupo económico Gilinsky, de quienes no hay duda tienen intereses totalmente comerciales, lejos de las necesidades más sentidas del pueblo colombiano. Ese pueblo colombiano agobiado y con hambre, que ni siquiera con el primer presidente de izquierda en la historia del país, ha podido superar la pobreza, el hambre, y la corrupción en la que se navega todos los días.