Pasar al contenido principal
Econoticias y Eventos
Judicial
COMPARTIR
Se ha copiado el vínculo

La estremecedora declaración de Natalia Ponce en un estrado judicial

<p>La joven v&iacute;ctima reconstruy&oacute; el ataque con &aacute;cido que sufri&oacute;. &quot;Mi piel ca&iacute;a en pedazos&quot;, narr&oacute;.</p>
6 Jun 2015 - 14:45 COT por Ecos del Combeima

Por primera vez desde que la joven Natalia Ponce se vio forzada a imaginarse con un nuevo rostro, este viernes se dirigió hacia el estrado y declaró ante el juez, sus familiares y el abogado de Jonathan Vega, su victimario, para reconstruir los segundos en los que un ataque con ácido le cambió la vida.

Con una aparente tranquilidad, entró al juzgado 37 del complejo de Paloquemao para declarar contra su agresor, acompañada por su madre y su hermano y escoltada por tres policías. Llegó al mediodía con una bufanda –que se quitó después de su juramento– y con la máscara traslúcida (Uvex) que cubre y protege las cicatrices de su piel.

Han pasado 14 meses y cinco días desde que, sin mediar palabra, Jonathan Vega (que no asistió a la diligencia) le lanzó ácido en la cara y parte del cuerpo. Su caso ha sido catalogado como el más atroz registrado en la historia de Colombia.

Ella le expresó a su abogado que quería que el juicio fuera a puerta cerrada, pero al final accedió y dejó entrar a los medios para que se conocieran los detalles de su caso y las secuelas que le dejó el fatídico ataque. “Mi piel y mi ropa empezaron a caer al piso en pedazos, la vista se me borró, mis zapatos de cuero se derritieron y como tragué ácido la lengua se me quemó”, recordó Natalia mientras daba su testimonio.

En medio del silencio, reconstruyó la tarde que se convirtió en su cruz. Cada vez que entra a cirugía (lleva al menos 15), teme que no volverá a ver a su familia. Los médicos le dicen que en cada intervención corre el riego de morir. “Me operan cada dos meses”.

Ese día con su madre habían llegado a su casa sobre las tres de la tarde, para organizar unas telas y buscar unos botones que llevarían a su trabajo. Una hora después, sonó el citófono para informarle que, supuestamente, en la puerta la esperaba su exnovio Bernardo.

“Pensé en dejarlo entrar, pero, como tenía que botar las cajas donde venían las telas, bajé de una vez para dejarlas en la basura”, recordó. En la puerta solo vio un hombre de espaldas, con un saco de capota negra.

“¿Quién es usted?”, le preguntó. Él le respondió que ya venía Bernardo y que estaba parqueando el carro. Cuando él giró y le dio la cara, ella solo sintió cómo un líquido le carcomió su piel y su ropa enseguida y la dejó casi desnuda.

“Empecé a gritar como una loca; la cara se me empezó a hinchar y no veía nada. Como pude, llegué a mi casa y me metí a la ducha. Los vecinos que se dieron cuenta de lo ocurrido buscaron ayuda médica; sentía mucho dolor, me estaba quemando en vida”, narró. En medio del silencio persistente, sus familiares solo negaban con la cabeza.

Cuando llegó la ambulancia, fue trasladada a la Clínica Reina Sofía, donde la metieron por un tiempo en agua fría, le aplicaron vaselina y la vendaron por cuatro horas, mientras la trasladaban al hospital Simón Bolívar. Era un tiempo precioso. “Si me hubieran llevado de inmediato, el ácido no hubiera penetrado tanto mi piel, no hubiera estado entre la vida y la muerte”, lamentó. Sus quemaduras eran de tercer grado.

Una de las pruebas claves presentadas en medio de la audiencia fueron las 13 grabaciones de las cámaras de seguridad de la zona donde se presentó el ataque.

La investigadora de la Sijín de la Policía, Denise Beltrán Rodríguez, quien dio testimonio antes que Natalia Ponce, reconstruyó los pasos que dio Vega ese día. La uniformada rompió en llanto al recordar la entrevista que le hizo a la víctima en cuidados intensivos.

“Es la investigación más fuertes queme ha tocado hacer en toda mi carrera. Como mujer me sentí identificada, frustrada, impotente. Me dolió mucho”, contó.

Durante la audiencia, Ponce observó con detenimiento las imágenes y las describió. En ellas identificó a Jonathan Vega. “Su estatura, su cuerpo, su pelo oscuro, su piel morena. Ahí tiene la capota puesta, es la misma que vi de espaldas en la puerta de mi casa”.

Aunque se habían visto pocas veces, no lo olvidó desde que un día discutieron porque el perro de Vega atacó al suyo. “Es –insistió– el de los videos”.

El mirar las imágenes de las cámaras de seguridad quebró su tranquilidad y la de su familia. Como si intentara calmarse, sacó el pitillo de su botella para llevarse un sorbo a la boca. El agua se deslizó por su lengua, encías y garganta, también afectadas por el ácido.

“Ahí está (Jonathan), pegado en el último escalón del edificio”, dijo la joven mientras pasaban el video. Hizo una pausa y miró a su abogado, Abelardo de la Espriella, como si le pidiera ayuda. Ya no podía más. De la Espriella se levantó y le pidió al juez suspender la diligencia. Ella estaba al borde de un choque emocional.

Tras consultar a las partes (Fiscalía, Procuraduría y la defensa de Vega), se acordó citarlos el martes 9 de junio a las 9 a. m., para reanudar la audiencia.

Al salir del juzgado, Juan Carlos Ponce, hermano de Natalia, les dijo a los medios, con voz afectada: “Queremos justicia, esperamos que con estas pruebas y testimonio ya sea suficiente para que este tipo deje de hacerse el loco. Él es un animal y un psicópata, y todo lo hizo con maldad pura”.