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De 'Ibahuecos' a la sostenibilidad: la clave para descongestionar las ciudades

Para abordar la congestión de manera efectiva, se necesita una política pública robusta que fomente el uso de medios de transporte sostenibles.
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20 Ene 2025 - 16:10 COT por Ecos del Combeima

Ibagué, conocida en los últimos tiempos por el apodo de "Ibahuecos", es un claro ejemplo de cómo el descuido en el mantenimiento vial puede afectar tanto la seguridad de los ciudadanos como su percepción de calidad de vida. Los huecos en las calles no solo representan un problema estético; son riesgos reales para conductores y peatones, además de empeorar el flujo vehicular. Aunque invertir en el mantenimiento y mejoramiento vial, como tapar estos huecos y mejorar la seguridad, es crucial, estas acciones por sí solas no solucionarán las congestiones actuales ni evitarán que empeoren.

La congestión vehicular es un problema global que afecta la calidad de vida de millones de personas en las ciudades. Frente a embotellamientos interminables, muchos gobiernos optan por construir nuevas vías, autopistas o puentes, creyendo que así resolverán el problema como actualmente ocurre en Ibagué. Sin embargo, esta estrategia no solo fracasa en aliviar el tráfico a largo plazo, sino que en muchos casos lo agrava. La clave de esta contradicción radica en un fenómeno económico conocido como "demanda inducida".

Cuando se construyen nuevas vías, el aumento de la capacidad inicial ofrece un alivio temporal. No obstante, al percibir que las condiciones han mejorado, más personas optan por usar sus vehículos privados. En poco tiempo, el tráfico vuelve a los niveles anteriores o, peor aún, aumenta debido al incremento de usuarios. Este efecto ha sido documentado en numerosas ciudades. Por ejemplo, en Los Ángeles, la ampliación de la autopista I-405 costó 1.600 millones de dólares (aproximadamente 6,4 billones de pesos colombianos) y, tras su inauguración, los tiempos de viaje aumentaron. Este caso emblemático demuestra que construir más infraestructura vial es un parche costoso e ineficiente.

Para abordar la congestión de manera efectiva, se necesita una política pública robusta que fomente el uso de medios de transporte sostenibles. Esto incluye incentivos para que los ciudadanos utilicen la bicicleta y el fortalecimiento de la red de bicicletas públicas y ciclorutas. La infraestructura debe ser segura, accesible y diseñada para promover un cambio cultural hacia formas más sostenibles de movilidad.

En este contexto, el Concejo de Ibagué podría liderar iniciativas concretas, como aprobar un acuerdo que otorgue rebajas en el impuesto predial a las empresas que incluyan incentivos al uso de la bicicleta en sus reglamentos internos. Este tipo de medidas no solo promovería un cambio cultural, sino que también incentivaría a las empresas a ser aliadas en la transformación de la movilidad urbana. Por su parte, la Alcaldía debería priorizar la inversión en mejorar el sistema de bicicletas públicas y en la ampliación y mantenimiento de la red de ciclorutas. Estas acciones no solo facilitarían el uso de la bicicleta, sino que también enviarían un mensaje claro de que las políticas de movilidad sostenible son una prioridad.

La verdadera solución radica en transformar la movilidad urbana mediante dos estrategias principales: fomentar el uso de medios de transporte sostenibles y mejorar significativamente el servicio de transporte público. En Europa, muchas ciudades han logrado que tanto personas de altos ingresos como aquellas con menos recursos opten por autobuses, tranvías, bicicletas o caminar, gracias a sistemas de transporte público eficientes, seguros y accesibles.

Países como Dinamarca y los Países Bajos han invertido en redes de ciclovías y transporte público de alta calidad. En Copenhague, el 62% de los desplazamientos diarios se realiza en bicicleta, mientras que en Ámsterdam, el uso del auto se ha reducido drásticamente en las últimas décadas. Este cambio cultural no ocurrió de la noche a la mañana: fue el resultado de políticas sostenidas, que incluyeron incentivos fiscales, inversiones en infraestructura y una visión integral de movilidad urbana.

En América Latina, tenemos mucho que aprender de estas experiencias. Ciudades como Medellín han dado pasos importantes con sistemas como el metro y el metrocable, que integran zonas marginales y reducen el uso del transporte privado. Sin embargo, persisten grandes retos debido a la desigualdad en el acceso a servicios de calidad y la percepción de que el transporte público es una opción de última instancia.

El cambio no solo requiere inversión en infraestructura sostenible, sino también una transformación cultural. Es necesario que los ciudadanos vean en el transporte público una opción digna, eficiente y cómoda. Esto implica políticas ambiciosas: subsidios al transporte público, restricciones al uso de vehículos particulares y campañas educativas que resalten los beneficios de alternativas sostenibles.

La solución a la congestión vial no está en asfaltar el futuro, sino en cambiar la forma en que nos movemos. Construir un sistema de movilidad sostenible y equitativo no solo mejorará la calidad de vida urbana, sino que también contribuirá a enfrentar el cambio climático, uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo.

Nicolas Alvarez Bernal
Economista
Universidad Nacional de Colombia