En el Tolima, el café se ha vuelto un producto icónico, ubicándose cerca de todo aquello que nos representa como la lechona o el tamal; esto, por cuenta de la calidad de la variedad que arroja nuestro tierra, sumado a la inversión que por años ha hecho el  gobierno departamental en ciencia, tecnología e innovación, lo que que ha permitido optimizar procesos de siembra, fomentar la asociatividad, generar cercanía con mercados internacionales que eliminan los intermediación y fortalecen los ingresos de los campesinos.

Según datos de la Federación Nacional de Cafeteros, el café del Tolima se cultiva en pequeñas parcelas por comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, en 38 municipios, los cuales albergan más de 61.849 familias que cultivan 107.027 hectáreas de café arábico de las variedades Castillo, Colombia, Caturra, Típica, Borbón y Tabí. Desde el 30 de enero de 2017, nuestro café cuenta con ‘Denominación de Origen’, definiéndolo como un café con acidez y cuerpo medio–alto, limpia, suave, con balance y sabores diversos en el espectro de los dulces, combinados con sensaciones cítricas y frutales.

Por lo anterior, la caficultura se ha convertido en un renglón económico importante para el departamento, generando 77.490 empleos directos y 168.233 indirectos, constituyéndose como un elemento esencial del desarrollo agronómico.

Sin embargo, los caficultores hoy deben enfrentar dos factores de riesgo que amenazan su actividad: el cambio climático y la seguridad. El primero, es el resultado de la falta de conciencia ambiental, que nos tiene padeciendo oleadas de calor que han ocasionado daños irreparables en fauna y flora. El segundo, obedece a la voluntaria pasividad con la que el gobierno nacional ha enfrentado el problema de los grupos armados ilegales; hace unos meses atacaron al municipio de Ataco, en tres oportunidades lo han hecho con Anzoátegui y esta semana el turno fue para Planadas, todos, con una fuerte tradición cafetera.

Así las cosas, la mejor forma impulsar el café de nuestra región, es reconociendo su cultura,  valorando el esfuerzo que hacen miles de caficultores al cultivar, crear su marca e intentar posicionarla para comercializar un producto que nos enaltece, nos representa Y nos genera reconocimiento mundial.