Camilo Pérez Salamanca, ‘el cronista de Ibagué’, se fue detrás su amada esposa Idaly
Hablar de Camilo Pérez Salamanca es hablar de la historia viva que pocos conocían de esa Ibagué de antaño, él escribió y contó todas las facetas de ‘la musical de América’ como nadie lo ha hecho, investigó, logró conocer cuándo se formó ese villorrio de unas pocas chozas que tuvo que ser trasladado desde donde hoy es Cajamarca hasta sus actuales dominios lejos del asedio de los aguerridos indios pijaos, nos contó cuándo y dónde surgió el primer barrio, dónde estaban las legendarias casas de citas o lupanares, porqué nuestras calles se llaman como se llaman, cuándo se fundaron los colegios, las universidades, donde se divertían nuestros ancestros y tal vez, nos enseñó a entender un poco más por qué queremos tanto esta ciudad.
Pérez Salamanca nació en la vereda China Alta, corregimiento 13 de Ibagué el 27 de febrero de 1.949, hace 72 años, dentro de sus historias contaba cómo desde muy niño junto a sus padres y a lomo de mula bajaban por la cordillera las cargas de café y otros productos que cosechaban para venderlos en la plaza del Salado en ese entonces ubicado en las afueras de Ibagué, a los 27 años se casó María Idaly Aguiar ‘la negra’ como él le decía a quien fuera la musa de inspiración y desde hace 45 años fueron inseparables, ella se convirtió en su lazarillo, en sus ojos, en el bordón en que se apoyaba, en su escribiente y en la guía inseparable que era capaz de interpretar sus pensamientos y plasmarlos en largas jornadas para convertirlos en literatura y poesía, de esta unión quedan dos hijos, Camilo Ernesto y Carlos Vladimir, fue una pareja inseparable y hasta sus últimos días se les veía como si todavía fueran un par de novios que sólo se separaron el día 18 de abril cuando ella falleció de un paro cardio respiratorio pero la separación no fue sino por 9 días porque el día en que le rezaron la última noche del novenario a Idaly este 28 de abril, Camilo fue y se recostó a descansar para nunca más levantarse e irse al lado de su amada y nunca más volver a estar distantes, definitivamente el de Camilo Pérez e Idaly Aguiar de Pérez fue un amor digno de una de una novela, lleno de poesía como sólo ellos lo pudieron imaginar y vivir.
Camilo fue escritor, su obra lieraria fe abndanpoeta, historiador, fue jefe de prensa de la Universidad del Tolima, tuvo varios cargos en entidades oficiales pero debido a una retinopatía que lo fue dejando ciego causada por la diabetes que lo aquejaba, desde hacía cerca de diez años debió retirarse a su cuartel de invierno, la vivienda que compartía con su esposa en el barrio Ancón de la Comuna 2 de Ibagué allí seguía creando literatura y poesía, la cual en medio cientos de libros, de boleros, baladas románticas, bambucos y algunas rancheras que le dedicaba a su esposa mientras ella pacientemente plasmaba sus pensamientos y los convertían en libros y crónicas.
“Estamos muy tristes por la partida del maestro, algo que preveíamos quienes estábamos cerca de él y que intentamos evitar en medio de su derrumbe moral ante la muerte de su compañera durante 45 años, doña María Idaly, su negra ausencia que lo dejó muy abatido y decidió seguirla, fue anoche luego de haberle rezado la última noche del novenario, el último mes antes que ella se fuera deteriorando, tal vez como un presentimiento por lo que se acercaba, venían hablando de ese dilema de la muerte del temor que él le tenía a ese hecho, con nosotros venían hablando mucho de la muerte, del miedo que les producía y sin embargo, siempre estaba el dilema presente y pensaban en qué era preferible, si se fuera primero él que tenía que estar en una máquina de diálisis cada tres días, que estaba ciego, medio sordo o que se fuera ella que tenía una enfermedad cardiaca y se podría deprimir y morir se él se iba, era ya un tema recurrente hablar de la muerte, su esposa veinte días antes de empezarse a deteriorar empezó a hacer algunas acciones para poner las cosas en orden como si presintiera su partida y luego cayó a cama y empezó a irse”, dijo Carlos Alberto Murillo ‘cabeto’, quien fuera su escribiente y acompañante durante el último tiempo de Pérez Salamanca.
Escuche a Carlos Alberto Murillo:
Agregó que luego de irse ella, él con mucha fortaleza acompañó sus honras fúnebres y planeó algunas cosas, sobre todo las recomendaciones e le hacía para cuidar de su hijo Carlos Vladimir pero en poco más de una semana se fue deteriorando, no comía, estaba como distante, ido de la realidad y sumido en sus pensamientos, se veía que desfallecía hasta que finalmente en la noche del miércoles 28 tras convencerlo de que recibiera algo de alimento, compartió, dialogó y pidió que le pusieran el bolero ‘toda una vida’ del Trío Los Panchos, luego se acostó y murió en la madrugada de este jueves 29 de abril.
El cuerpo del escritor, cronista y poeta Camilo Pérez Salamanca está siendo velado en Funerales Los Olivos de la 39 con avenida quinta de Ibagué y sus exequias se realizarán este jueves 30 de abril a las 3 de la tarde en la parroquia María Auxiliadora del barrio Cádiz, posteriormente su cuerpo será cremado en el parque cementerio Los Olivos del sector de Buenos Aires.
Desde Ecos del Combeima y Econoticias y a nombre de quienes pudimos disfrutar de la vida y obra de Camilo Pérez Salamanca, le agradecemos de corazón por su valioso aporte por mantener viva la memoria y la historia de Ibagué, por habernos regalado sus crónicas, sus historias, sus novelas, sus cuentos y habernos honrado con su aporte y su presencia para el orgullo de nuestra casa radial; DESCANSE EN PAZ JUNTO A SU AMADA IDALY Y QUE DIOS LOS TENGA JUNTOS POR TODA LA ETERNIDAD, !GRACIAS, MUCHAS GRACIAS CAMILO¡.
A continuación, reproducimos el escrito que tras su partida, Camilo Pérez dedicó a la memoria de su amada esposa María Idaly Aguiar:
LA MUERTE DE IDALY
El 18 de abril siendo las 8:30 de la noche murió la señora María Idaly Aguiar de Pérez (muchas veces me peleó por no decirlo completo con el De Pérez, decía que para eso se había casado) mi esposa, de un paro cardiorrespiratorio, venía padeciendo de una arritmia cardiaca desde abril del 2020, además sufría de la glándula tiroides, padecimiento que ha había disminuido mucho su calidad de vida, al final tuvo una retención de líquidos y otros padecimientos.
La señora María Idaly Aguiar de Pérez, que como digo en un poema fue siempre toda una dama, cuando se fue para ese lugar de donde no se regresa jamás había organizado previamente todas mis cosas, como si previera su partida; me encargó sobre manera dos cosas: que no perdiera la argolla del matrimonio misma de la que dos semanas antes me había indicado el lugar donde quedaba, diciéndome “…tiene grabado su nombre, guárdela por siempre que es mi presencia”, lugar en donde, sin embargo, al buscarla, no la encontré. Lo otro que me encargó sobremanera fue la protección y cuidado de Carlos Vladimir, nuestro hijo con limitaciones cognitivas y dificultades para la comunicación. Si en algo se fue dolida, fue por dejar ese hijo que tanto quería y que tanto nos sirvió a ella y a mí, sé que no puedo ser inferior a su recomendación.
Idaly fue la constructora de mi obra literaria porque en largas jornadas que empezaban desde el amanecer – 3:00 am podía ser la hora de inicio algunas veces – cumplía con rigurosidad el ejercicio de escribana y correctora de estilo de las obras e inspiraciones que en mi cabeza rondaban, a veces llegó a leerme el pensamiento, a ese nivel de profundidad llegó nuestra comunicación y nuestra comunión no verbal. Pero no solo eso, me ayudó a construir la fototeca con aproximadamente 30.000 fotografías en gran tamaño en las que están retratados Ibagué, el Tolima y sus protagonistas, fungiendo también de archivista y bibliotecaria. Todo eso mientras a mi lado construía el hogar y la familia por ella y por mí soñados.
Estas últimas cinco noches de soledad, desespero y angustia en permanente vigilia han destruido por momentos mi pensamiento llevándome a unos lugares del desvarío en el que ella aún está presente y me habla, la he buscado sin encontrarla y entonces me la he inventado, mi familia y quienes me cuidan temen por mi cordura… ¡45 años al lado de ella y desaparecer en un minuto! No es fácil acostumbrarme a esa soledad irremediable que, aunque llena de recuerdos me genera muchas lágrimas, no por remordimiento sino por la pesadumbre de su ausencia.
Hoy que vuelvo a recuperar el habla puedo expresar esto que escribo y dejarles, como homenaje para ella, siempre para ella, los poemas que hubiera querido leer en sus honras fúnebres pero que el vórtice de sucesos en torno a su muerte no me permitió.
Mi esposa
Mi esposa es una reina hecha de primavera,
reside en los altares de mi adoración,
no tiene relojes en el alma
para controlarme el tiempo,
ni ha hecho de la diatriba una serenata para mí;
sus besos son las fresas que endulzan mis mañanas,
siempre dispuesta a todo por mi felicidad,
su voz en mis oídos es una melodía sin fin,
se hace guardaespaldas en mis sueños
para que no arriben fantasmas ni demonios.
Mi esposa es una reina con las medidas exactas de dama,
Yo, su héroe favorito, caudillo y flechero del amor
a quien ella teje sus horas y minutos.
Si se pincha un dedo
con su sangre me escribe un madrigal,
su corazón se hace campanario
y al pronunciar mi nombre se vuelve melodía en sus labios;
los reclamos los hace utilizando los pinceles
con que pinta frescos en mi alma.
Mi esposa es una reina conductora de quimeras
y a su lado la fantasía es una realidad
con piel, pensamiento y corazón.
No tiene doblajes en sus actos,
es como el sol que conoce la ruta del oriente al ocaso.
Ella es un aroma y casi una oración,
la canción de esta noche es solo para ella,
quiero ser la fiesta que haga florecer su corazón.
Mi esposa es la Isis de onirismo lirico,
es la Afrodita que me canta un bolero,
la Venus de mi tiempo presente
que me ayuda a construir utopías,
ánfora humana de ternura infinita
donde guarda el amor que me entrega sin condición,
farol de mi alma que alumbra mis interioridades con luces
perpetuas, mi guía espiritual, altar de mi devoción,
alfa y omega de todo mi ser,
primavera completa que me regaló la vida.
Poema # 2
Idaly
Tu nombre en mis labios es agua y poesía;
agua para ser feliz todo el día,
poesía en mi garganta como arrullo mágico
que envuelve la sonoridad del trinar de la guitarra
al ritmo del corazón.
Idaly:
Confieso que he sentido celos en las mañanas
cuando riegas las rosas rojas y amarillas en el balcón
de tu apartamento,
les hablas con amorosa ternura en un idioma exclusivo para ellas,
les cantas con voz de contralto en intima serenata.
Ellas entienden tu lenguaje y gozan con tu arrullo,
los pétalos empiezan a moverse como danzantes de los vientos.
La magia de las rosas enciende los colores,
ese rojo fulgurante como la sangre caliente de los toros de lidia;
el amarillo oro con que Van Goh pintó sus girasoles.
Las rosas se contonean con tu cantar en las mañanas
Queriendo volar como las aves que besan sus pétalos y se van.
Cuando te vas Idaly
las flores del jardín cierran los brazos en señal de descanso,
sueñan tu ausencia añorando tu regreso.