En la memoria de los Juegos Olímpicos siempre quedará lo sucedido en Los Ángeles 1984, en esa ocasión el 'planeta deportivo' se conmovió ante la triste escena que protagonizó la atleta suiza Gabrielle Andersen.

La corredora de 39 años de edad no quiso abandonar la carrera a pesar del desgaste que le habia ocasionado la maratón, a tal punto de perder casi en su totalidad el control de su cuerpo. Andersen se negó a recibir asistencia médica por el temor a ser descalificada y poco o nada le importó llegar en el último puesto, pues su único objetivo era terminar la carrera.

Una vez cruzó la línea de meta se desvaneció entre los brazos de los asistentes de la organización que la esperaban para brindarle la asistencia correspondiente, y así, en medio de llanto, aplausos y todo un estadio de pie, Gabrielle se instaló en la historia olímpica del mundo, por su mérito, coraje y honor deportivo.